jueves, 20 de julio de 2017

DE REPENTE TU 8. Capítulo 4


Para verse y dejarse ver.



Entraba al salón Gilberto, volteaba la cabeza como buscando a alguien, Jesucristo se imaginó que era a Pablo y se acercó a él.



–Hola.

–Hola Cristo ¿cómo estás?

–¿Qué hace aquí?

–Me invitaron.

–Pablo no sería.

–No, en la base de datos de la agencia debo estar y no me sacaron y me llegó la invitación.

–Ah y usted dijo voy a aprovechar, como gratis y veo a Pablo.

–Algo de eso hay, ¿sabes dónde está él?

–No, no soy su perrito faldero.

–Ya lo vi. -Jesucristo lo detuvo agarrándolo del codo. –Pablo es mi novio  ahora ¿oyó?.

–Suéltame carajito. -De una sacudida se zafó del muchacho y fue tras Pablo.



–Hola Pablo, ¿cómo estás?

–Gilberto ¿qué haces aquí?

–Me llegó la invitación por correo y decidí venir.

–¿para qué?

–Quería contarte algo, sobre Emilio.

-Ah, ese, ¿ahora que hizo?

–Lo volvieron a internar luego que se escapó y mató a una persona, estaba borracho y drogado.

–¿Qué? ¡Pero ese tipo está loco! ¿A quién mató?

–Bueno, ahí está el asunto, el tipo que mató tiró conmigo en la casa de Emilio, nos encontró en la cama en plena vaina, sacó un arma de no sé dónde y le disparó, luego cuando el carajo reaccionó porque pensábamos que había muerto, va Emilio y le da 2 pepazos más y lo mata.

–Estas cagado ¿verdad? Que te mate a ti. ¿no está encerrado?.

–En el centro de rehabilitacion con unos custodios permanentemente.

–¿Sigues de novio?

–No lo sé, me da miedo verlo, visitarlo.

–¿Y tú viniste hasta acá a decirme esa mierda?

–Vine a ver si volvíamos, la gente aún me pregunta por ti, de hecho me han preguntado ahora.

–Gilberto, entiende yo no voy a volver contigo, yo estoy con Jesucristo y lo amo, entiéndelo. Deja la perseguidera.

–Me puedo quedar aquí.

–Yo preferiría que no. Tengo que ir a reunirme con una gente.



_________



–Chamo esta fiestica esta legal, ¿esta vaina qué es que está bien buena?

–Tartaletas de champiñones, Yonaikel deja de comer como si nunca hubieses visto comida por favor.

–¿Qué pasó portu?, aprovecha, la comida esta buena, la música es un ladrillo, prefiero una salsa un reguetonazo, un perreo, esto me aburre pero la comida y la caña naguevoná, voy a salir gateando, ¿quieres bebé algo?.

–Uan cuba libre.

–Yo voy a bebé whisky 18 años, esa vaina no la bebo nunca. Mira portu te quiero vaciá los tobos adentro, vamos al baño pa’ date.

–Yonaikel ¿estas loco? ¿Y si nos ven?

–Vamos a uno de afuera que no debe haber gente, quiero meterte ese guevo coño.



________



Maria Antonia llegaba con su esposo, su hija Esperanza y Clemente. Yovana no quiso ir para evitarse una incomodidad por ser “distinta”



–Ay Esperanza vino, ¡que bueno!, hola Clemente ¿como está?

–Hola Cristo.

–Amor voy a hablar con Cristo unas cosas en privado, ya vengo



Esperanza le contó a su amigo que ya vivían juntos los tres en el apartamento que alquilaron. La cara de Jesucristo cuando su amiga le contaba era de total sorpresa.

–Es raro, pero bien, lo que pasa es que estas dos parejitas son un desastre para la convivencia, pero poco a poco los voy disciplinando.

–¿Y en el sexo? ¿cómo hacen? Están los tres.

–Aún no ha ocurrido así como que concretamente, ha sido disperso pero he estado con ellos por separado, pero es muy raro, yo me siento como que les estoy montando cachos.

–Ya es raro que vivan juntos los tres como una relación, la tripartita pues.

–Ay bueno, de momento la cosa va fluyendo, por lo menos de mi parte. Quiero tomar algo, acompáñame y le llevo algo a Clemente.

–Ya bebí pero necesito otro.

–Mosca que tu borracho eres peligroso.

–Es que hoy necesito beber, hay una mujercita que trabaja con Pablo que quiere acabar con nuestra relación, provoca como agarrarla de los pelos y arrastrarla por el piso.



Clemente le recibió el trago a su novia.

–Tengo unas ganas de hacer el amor contigo increíble.

–Podemos pedir una habitación y nos quedamos ahí hasta mañana.

–No tengo dinero preciosa.

–Yo sí, vamos.

–Espera vamos a disfrutar de la fiesta, luego vemos.



Jesucristo ya había bebido tres tragos y se fue a sentar a una de las mesas. Comenzaba la hora loca. Todo el mundo se levantó de las mesas y se fue al centro, sacaron los cotillones: sombreros, tángana, pitos y todo lo que hace de ese momento una algarabía.



Pablo estaba en el medio gritando y brincando, el dueño de la agencia lo veía y se reía aunque el también estaba disfrutando. Verónica aprovechó para acercarse a él y bailar juntos, ambos con antifaces, ambos algo tomados, entre la euforia de la música, la gente y las luces brincaron juntos. En una pequeña pausa se vieron a los ojos, ambos con la respiración entrecortada, Veronica aprovechó y lo besó en la boca. La locura volvió a envolverlos, la gente los rodeó balilando pero sin prestarle atención a lo que pasaba.

Pablo la separa y la empuja y se va del área de la hora loca.



Jesucristo se levanta y ve a Pablo acercarse.

–¿Qué haces ahí que no estás en la hora loca? Vente.

–Voy novio estaba medio mareado, voy al baño.

–Échate agua.



El muchacho llega donde están los baños y se consige a Verónica.

–Me acabo de besar con tu novio, no sabes como deseaba esa boca, recordé muchas cosas.

Jesucristo la agarró del cabello y con una fuerza inusitada la tumbó al suelo y la arrastró al baño de mujeres hasta el cúbiculo del inodoro. Apretó más su mano por entre el cabello de ella, que gritaba como loca y le alzo la cabeza metiéndosela en la taza del inodoro ahogándola.



–CRISTOOOO, CRISTOOOO, nené despierta, nené ¿qué tienes, por qué estás dormido?

–Ay novio, me dormí, estoy borracho, no sé mareado, ¿dónde estaba usted?

–En la hora loca, me salí porque esta…estaba agotado.

–Verónica lo besó. ¿ESA MUJERCITA QUE ES LO QUE PRETENDE?

–¿Pero tú no estabas dormido?

–¡O sea que es verdad! -Jesucristo salió corriendo sin que Pablo pudiera agarrarlo, la hora loca seguía y el chico entró a la rueda. Vio a Verónica y olvidándose que es una dama la empujó y la tumbó al piso.

–Usted vuelve a acercarse a mi novio y no la cuenta ¿oyó? Ya se lo dije una vez, Pablo es mi novio no el suyo, quédese tranquila. –La rabia tenía enceguecido al muchacho hasta que sintió que alguien lo alzó.



Lo sacó del salón y lo llevó cargado hacia el lobby y de ahí a la pisicina.

–Cristo, Cristo, reacciona. ¿qué te pasa? ¿te volviste loco?

–¡Esa mujer quiere con usted. Me lo dijo! No voy a permitir que se le acerque.

Pablo lo miró a los ojos sosteniéndole de la barbilla. Se sonrió y luego se rió.

–Mariquito tú eres una vaina seria. Le diste un empujón a esa mujer. Debo reconocer que me gustó eso, verla en el piso humillada frente a todos.

–No se ría que no es de chiste, esa mujer es mala.

–Voy a entrar a ver que pasó ¿ok? Quédate aquí un rato y luego entras.



Jesucristo se quedó solo pasando la rabia contenida, caminó alrededor de la piscina y luego entró para ir al baño.

Fue al que estaba cerca de lobby.

Abrió la puerta del baño sin ganas y rechinó. Escuchó unos golpes.

–Para, para, para, entró alguien

Yonaikel estaba en un cúbiculo del baño con Fernando, lo tenía penetrado de pie y en ese momento se quedaron quietos. Jesucristo sin hacer ruido fue acercándose a los cubículos, se agachó y en el último vio cuatro piernas con los pantalones abajo. Se acercó y al llegar al cubículo se agachó para ver.

–¿Yonaikel?

 Fernando se movió y casi se cae, el pene del motorizado se salió. En esa visual  Jesucristo vio el pene de Yonakel inmenso lo que hizo que se saliera de ahí abajo y se levantara.

–Ustedes quédense ahí, terminen lo suyo.



–Vamos a salir. –Dijo en voz baja Fernando.

–No, ya escuchaste al chamo, sigamos, pélame ese culo. –Volvió a penetrarlo pero sin tanto escándalo.

Cuando Jesucristo iba a salir entraba otra persona, que se le abalanzó al muchacho tapándole la boca y le puso una navaja en el cuello.



–Ahora si vas a ser mio, no te vas a escapar. -Le susurró al oído.

Jesucristo intentaba hablar pero le apretaban con la mano la boca. –Calladito.

Comenzó a bajarle los pantalones con una mano y le bajó el interior.

–Por las buenas o por las malas vas a ser mío.

El aliento que percibía el muchacho era de alcohol.

–Vas a ser mío Cristo, por fin vas a ser mío.
Jesucristo estaba rezando que Yonaikel escuchara y saliera. La fuerza del hombre no lo dejaba moverse, con sus piernas lo tumbó la suelo.

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