La
iglesia estaba abarrotada de gente entre políticos, actores, actrices y
periodistas. Incluso se acercó Gonzalo
Cienfuegos.
–¿No es
como raro que a estas alturas hagas el novenaro de tu esposa?
–Nunca es
tarde, esto me hace más cercano a la gente, estar cerca de la iglesia, de Dios.
–Por ahí
se habla que tú la mataste.
–Se dicen
muchas cosas
–De tu
hijo también dicen muchas cosas. Es impresionante que los rumores de una
familia disfuncional y extraña te mantenga con unos niveles altos de
popularidad. Te manejas muy bien para la reelección.
–Parte de
eso te lo debo a ti y tus medios.
–Siempre
es rentable ayudar a los amigos.
–Permiso.
–Se acecaba Ana a Ricardo.
–Adelante,
yo me voy a hacer relaciones públicas,
los dejo.
–Me da
miedo esta iglesia mi amor.
–Tranquila,
¿qué puede pasar? Es la primera misa de nueve, no tienes que venir a las otras,
pero en esta te quiero a mi lado. Me gusta esta iglesia para casarnos.
–Ni lo
sueñes, aquí no me caso.
–No seas
tonta, es perfecta.
–Vamos
que ya va a empezar, voy a avisarle a la gente y a la prensa.
En la
primera fila estaban Ana, Ricardo, Victor, Teodoro y los socios de Ricardo.
Teodoro estaba sentado en la esquina del pasillo casi al frente del cura.
–Hoy
estamos aqui reunidos para honrar la memoria de nuestra Rebeca Montenegro…
El cura
hablaba y Teodoro lo miraba fijamente, se mordía los labios cada vez que lo
veía, se tocaba la entrepieran apretando su pene sobre el pantalón.
El padre
lo veía y desviaba la mirada para seguir con la misa.
Se
sentaron y Teodoro no le quitaba la mirada al cura, seguía tocándose el pene
mientras lo veía.
El
contacto visual continuó, el padre estaba nervioso pero no dejaba de ver al
muchacho que ya delataba una erección.
–¿Qué
haces con el guevo paraó? Acomódate esa vaina que se nota que jode. –Le
sususrra Ricardo que no entendía lo que pasaba.
–Ahora su
hijo Teodoro Sucre dará unas palabras para todos nosotros.
El padre
invitó al muchacho a subir al altar y colocarse en el podio que estaba cerca
del cura.
Mientras
decía unas palabras, El chico miraba al
cura, bajó su mano al pantalón y se abrió el cierre y con cuidado sin que se
notara sacó su pene y se pegó al podio para que no se notara pero el cura podía
verlo, sudaba frío. Teodoro tocaba su pene mientras leía las palabras, miraba
al cura, se sonreía y seguía leyendo.
Roberto
Ayala es el cura de la iglesia de la urbanización donde vive Ricardo y gran
parte de las personas más adineradas de la ciudad, tiene 32 años, atlético,
blanco y usa barba corta. Es gay, muy pocos lo saben y le gustan los
adolescentes.
Mientras
seguía leyendo se acerca al altar uno de los fotógrafos para tener fotos del
muchacho. Se da cuenta que Teodoro tiene el pene afuera y cuando va tomar la
foto se escucha una explosión y se va la luz en toda la iglesia. La gente
comenzó a murmurar, otras gritaban. La bulla de la gente iba en aumento.
Teodoro
se acerca al cura. –¿Por qué no lo tocas?.
Roberto
lo ve a los ojos a pesar de la oscuridad
y baja su mano para sentir el pene grueso y largo del chico, quita la mano en seguida.
La iglesia comienza a vaciarse.
–Te dije
que esta iglesia me daba miedo, se fue la luz, esa es Rebeca.
–¡Deja la
ridiculez Ana, no te me pongas ahora que eres esotérica, oyes voces, ves
muertos y sientes presencias!
–Búrlate,
pero esto es obra de la muerta de tu mujer, hay que hacer un trabajo.
La gente
salió de la igleia y el cura le pidió disculpas a la gente y les dijo que
mañana vinieran a la segunda misa. Todos salieron, el cura habló unos minutos
con Victor, Ricardo y Ana, los despidió y cerró las puertas.
Al
voltearse se encuentra de frente con Teodoro. Se asusta dando un brinco hacia atrás.
–¿Qué
haces aquí?
–Quiero
confesarme.
–A esta
hora no lo hago.
–No te lo
estoy pidiendo, te estoy diciendo que quiero confesarme. –Teodoro lo miraba a
los ojos, apenas se veían con las escasas luces de emergencia y algunas velas.
–Acompáñame.
Subieron
al altar y Teodoro vio el enorme Cristo en la cruz colgado de la pared.
–¿Ese
bicho no está como medio suelto? Lo veo como hacia acá.
–¡Por
favor, es Cristo!, ¿cómo le dices bicho?
–Le digo
bicho porque es una escultura, más nada, podría decirle bicho si fuera una
figura de un animal también.
–Eso está
bien, vamos al confesionario.
–Padre me
quiero confesar.
–Se dice
Ave María Purísima.
–Ay
padre, vamos a saltarnos eso, escuche. Cuando era un chamito, tenia 10 años
maté a un compañero del colegio, lo ahorqué con el collar que cargaba, hasta
que no se dejó de mover no lo solté.
Roberto
miraba de reojo al muchacho un poco sorprendido por la historia.
–Pero te
arrepientes de lo que hiciste.
–La verda
no, me gustó matarlo, era un hijo de puta que nos acosaba a mi amigo y a mi.
–Ya, ¿y
para que vienes a confesarte?
–Porque
quería contárselo a alguien y tú como no puedes abrir la boca pues te lo cuento
a ti. Tambien hubo un accidente con mi carro y se murío un chamo y lo lancé por
una quebrada para que no lo consiguieran pero por mala leche la policía lo
encontró y tuve una mega rumba en un restaurante de mi papá y se murió un chamo
por una sobredosis de heroína, total la muerte me persigue, ah y me dio un
fresquito cuando mi mamá murió que no sabes.
–Te voy a
pedir que te retires.
–Tú eres
cura ¿no? te debes a tus feligreses, tienes que escuchar sin juzgar y no he
terminado y quiero confesarte algo.
Roberto
estaba temblando, las manos le sudaban y se las pasó por la cara. –A ver.
Teodoro
dio la vuelta y se puso al lado del cura. –Tengo unas ganas de mamarte ese
guevo. -Se agachó y le levantó la sotana, le desabrochó el pantalón y le sacó
el pene. Era más oscuro que el resto de
su piel blanca, tenía prepucio, era largo y no tan grueso, estaba humedecido de
tanta lubricación. Teodoro se lo metió en la boca.
Roberto
se agarró de la madera de los lados.
–Chamo
vete de aquí, va a venir alguien y nos va a ver.
–No hay
luz relájate que yo sé que te gusta esto. -Teodoro se metía todo el pene en la
boca mientras moveia su lengua y dejaba que la saliva se escurriera por el pene.
Roberto le puso su mano en la cabeza y empujaba, terminó de desabrocharse la
sotana y la camisa, dejando al descubierto un pecho y abdomen trabajados,
Teodoro le pasó la mano por los pectorales y pellizcaba las tetillas, algo que
excitó a Roberto y lo hizo acabar en la boca del chico que tragó el semen sin
protestar. Siguió mamando hasta que Roberto no aguantaba la sensibilidad de su
pene y empujó a Teodoro.
–Chamo desde
cuando no hacias nada, tragué leche que jode.
–Suelo
acabar abundante, te voy a pedir que te vayas, estas cosas no las hago en la
iglesia.
–Pero
siempre hay una primera vez.
–Me tengo
que ir.
–Si
quieres te doy la cola.
–¿Tienes
chofer?
–No,
tengo mi camioneta, yo manejo.
–¿Tú?
Pero si tu papá me dijo que tienes 16 años.
–Si, pero
tengo licencia, bueno eso no importa ahora, ¿te doy la cola?
–Bueno,
en realidad tomo un taxi, el carro está en el taller.
–Yo te
llevo, tú me dices y vamos.
Roberto
lo vio a los ojos, se sonrió y terminó de vestirse, dejando la sotana doblada
en un rincón. –Está bien, acepto la cola, pero mosca como manejas.
–Ponte la
vaina en el cuello así no hay peo en la calle.
Se
montaron en la camioneta y los escoltas en las motos.
–¿Y
tienes escoltas?
–Mi papá
que me los puso, no me dejan ni a sol ni a sombra, son un tostón. Mira ¿vives
solo? Tengo ganas de que me cojas.
–Vivo
solo pero ahora está mi…un amigo en el apartamento.
–Tu
pareja, tienes novio.
–Bueno
sí…pero mosca, no digas nada, la gente no sabe.
–Eso es lo
que tú piensas, en estas casas la gente habla y sabe lo que pasa a su
alrededor, saben que eres marico.
Roberto
se quedó sin palabras e inmóvil.
–Ya
relájate, la gente lo dice pero hasta ahí, no te van a decir nada, dirán, si
saben que te metes con chamitos como yo y que te los coges, ahí si te van a
joder.
–¡Por
favor Teodoro no digas nada que me hundes, mira que ese tema de la pedofilia
está muy a la luz en la iglesia.
–Mmmmm
eres pedófilo, te gustan los niños ¡Que morbo! Debe ser excitante verte con la
sotana puesta y un niño agachado mamándote el guevo viendote a los ojos.
–¡Teodoro
por favor, no digas esas cosas! Tampoco es
así.
–Marico,
me encantas, eres un sucio, vamos a tu apartamenteo y que me cojan los dos.
–¡Estás
loco! No le puedo decir eso a mi pareja!
–Dile
ahora, subimos y le dices que yo quiero que me cojan ambos.
–No
Teodoro, me dejas en mi casa y te vas.
Llegaron
al edificio y Teodoro estacionó.
–¿Te vas
a perder de este culito adolescente por miedo a tu novio? Capaz y le gusta.
–Podemos
tirar en otro sitio pero aquí con él, no.
–Subamos
y vemos que pasa, no le decimos hasta ver su reacción.
El cura
volvió a ver a Teodoro a los ojos y así se quedó unos segundos.
–Ok, pero
solo si el dice algo.
Subieron
al apartamento, Roberto abrió la puerta y le dijo al chico que pasara.
–LLEGUÉÉÉ
TRAIGO VISITAAA.
Se
escucharon unos golpes y luego unos pasos, la pareja aparecía en la sala, al
ver a Teodoro se impresionó.
–¡Coño
pero si es mi médico! ¿Qué tal? Esto va a ser más fácil de lo que pensamos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario