sábado, 24 de febrero de 2018

INQUEBRANTABLE 7. Capítulo 13


–¿Hasta cuándo vas a vivir en mi casa y dormir en mi cama, zorra?
–Estoy viviendo en esta casa porque soy la mujer de Ricardo y me voy a casar con él.
–¿Y tú crees que te voy a dejar? Odio a mi hijo, a ti te detesto y soy capaz de matarte y lo haré.
–Tú no vas a hacer nada, ya no eres la esposa de Ricardo.

Rebeca sacó un cuchillo largo, brillante y un filo que abarcaba el largo de la hoja y la enterró en el abdómen de Ana dándole vueltas mientras la cogía del cabello y Ana gritaba.

Ana se despertó pegando gritos, estaba bañada en sudor, con sus manos se tapó la cara punto del llanto.
–¿Ahora qué pasó coño? ¿vas a seguir en lo mismo? ¡Todas la noches la misma vaina!
–Vámonos de este país Ricardo, vámonos de aquí.
–Deja la estupidez, aquí en este país tengo muchas cosas, muchos negocios y mi carrera política, coño ya se me quitó el sueño. Voy a orinar y ducharme.

Ana se quedó en la cama tumbada boca arriba mirando el techo, en su mente revivía las pesadillas que había tenido.
Ricardo se paró frente a la poceta y se dispuso a orinar.
–¿Qué pasa? Coño, au ¿y el chorro? Unas goticas. -Pujaba para impulsar la orina pero apenas caían unas gotas. Se detuvo y entró a la ducha a ver si con el calor lograba orinar normalmente.

Salió de ducharse, se medio secó con la toalla y salió del baño.
–Ana, Ana, Ana.
–¿Qué pasó? Me estaba quedando dormida.
–Coño es que estaba orinando y no pude, me salían apenas unas gotas y unos chorritos pendejos. ¿Será que tengo piedras?
–¿Te has revisado la próstata?
–No, nunca. ¿Es cáncer? ¿Conoces un médico? ¿Me llevas? Yo no puedo tener esa vaina.

Ana se volteó y lo vio. –Mis problemas no te importan pero con los tuyos tengo que estar pendiente y resolverlos. Te pregunté si te habías chequeado la próstata, no tiene que ser cáncer.
–Con lo que me gusta ir a los médicos. Seguro que es arenilla en los riñones, más tarde orino.
Cuando Ricardo se fue, Ana comenzó a alistarse para salir y averiguar varias cosas para la boda de ambos.


Teodoro estaba en la oficina de su padrino trabajando, no era lo que quería hacer pero sabía que más adelante haría otras cosas. Mientras tanto sacaba copias, enviaba documentos a otras oficinas, hacía diligencias en los bancos y se encargaba de recibir algún pedido de productos para los restaurantes.

En un descanso se fue al baño a orinar. Mientras estaba en el urinario entró uno de los empleados, estaba en silla de ruedas.
Teodoro se le queda viendo mientras seguía orinando, el muchacho, de unos 30 años también lo ve y sonríe. Se va al lavamanos para discapacitados. Teodoro termina y se acerca al lavamanos para asearse.
–Hola.
–Epa, ¿que más? ¿Eres nuevo? No te había visto.
–Si, comencé hace unos días, ¿tú?
–Año y medio.
–¿Y todo fino? Digo en la silla de ruedas, es cómodo para moverte.
–Me acostumbré no me queda de otra llevo 10 años sentado en ella.
–Coño, ¿un accidente?
–Un disparo, una bala perdida. Tú eres bien chamo, ¿qué edad tienes?
–16 años. Mira ¿y tú como haces para tirar y eso? ¿puedes?
–Puedo. -El joven vio a Teodoro a los ojos y sonrió. –Me ayudo con una pastilla pero tengo erecciones.
–Wao interesante. ¿Tienes novia?
–No tengo novia, tuve un novio, antes del accidente, me acompañó en el proceso por  dos años y se ladilló.
–Bueno, no lo culpo, debe ser frustante estar con un novio inválido no pueden hacer muchas cosas.
El joven se rió, soltando una carcajada. –Bueno a lo mejor el se frustró, yo le eché bolas y hago miles de vainas, hago deportes, salgo, subo, bajo, tengo sexo.
–Disculpa si te molestó mi comentario, es que es mi forma de ver las cosas.
–Tranquilo, esas vainas ya no me afectan, antes sí. Mucho gusto, me llamo Lorenzo López, trabajo en informática.
–Teodoro Sucre, hago de todo en esta vaina.
–Ah tú eres el hijo de Ricardo Sucre. Eres candela mi pana, he visto las noticias.
–Gracias, me da morbo montarme en esa silla mientras me coges.

Volvió a reirse y sacó su billetera para entregarle una tarjeta al chico, aunque le hizo ver que no harían nada por ser menor de edad, no dijo que no, Teodoro le dijo que dejara la preocupación que a él no lo iba a denunciar, aunque Lorenzo le recordó que en las noticias salía que había denunciado a un hombre por abuso sexual.

Teodoro salió del baño y se fue directo a la oficina de Victor.
–Epa.
–Teo, no puedes estar entrando a mi oficina cada vez que te da la gana.
–Perdón pues….mira tienes a un carajo trabajando que está en silla de ruedas.
–Aja, si, ¿qué pasa? -Victor no levantaba la cabeza, estaba metido entre miles de documentos.
–El carajo es gay marico y se le para el guevo.
Victor soltó el bolígrafo y levantó la cabeza. –¿Tú entraste a mi oficina a decirme esa tontería? Con el trabajón que tengo y tienes y me vienes con eso.
–Bueno a lo mejor te interesaba saberlo si un día quieres descargar y no sabes con quién, ya tienes uno a mano y en silla de ruedas, que morbo.
–Sal de aquí.
–Me lo voy a tirar para que sepas. Esa vaina voy a probarla.

Teodoro salió y Victor se levantó del escritorio. Se pasó la mano por el cabello y resopló, se preguntaba si no sería un error meter el chico a trabajar en la empresa, cerró los ojos y recordó cuando tuvieron sexo ambos y tuvo una erección inmediata.


–Carajito como logras que me excite rápidamente y ahora no quieres nada conmigo.
Volvió a sentarse y pensó en Ricardo, su amor frustrado, platónico, imposible. Tocaron a la puerta.
–Compadre ¿cómo estas?

Teodoro salía a la calle a almorzar aprovechando que tenía que enviar unos paquetes para otras oficinas. Se fue a almorzar a uno de los restaurantes de su papá que estaba lejos del circuito de restaurantes de la zona donde se encuantran las oficinas.

Pide una mesa, ya saben que es el hijo del dueño y se esmeran por atenderlo, al sentarse, frente a su mesa un hombre de lentes revisaba su tablet, entre los lentes y el reflejo de la pantalla, Teodoro no lograba ver quien era.

–Soy yo Teo, François, ven siéntate en mi mesa y me acompañas a almorzar.
–Verga marico, tú te apareces de la nada y cuando menos lo espero, ¿tú estás muerto y  yo soy el chamito de sexto sentido?.
–JAJAJA estoy más vivo que nunca carajito. ¿cómo te portas? Hace unas semanas hiciste desastres, eres terrible.
–Con todo y eso me invitas a tu mesa a comer, por cierto hoy almuerzas gratis.
–¿Y esa vaina, me invitas?
–No, invita Ricardo, sabes bien que este es uno de sus restaurantes.
–Si, lo sé, es uno de los mejores, por eso vengo. Tranquilo, yo pago mi almuerzo.

Estaban conversando de los acontecimientos en la vida de Teodoro. François extiende su brazo y le pasa la mano por el brazo al chico acariciándolo. Teodoro se pone nervioso y su piel se eriza.
–Marico, yo hablo contigo y se me para el guevo, tócalo.
–Mi mano no llega hasta allá.
–Marico, con la pierna, tócame con el pie.
–¿Estoy yo en edad de hacer esas cosas?
–Anda, tócalo.
–François sonrié mientras se quita el zapato y extiende su pierna hasta llegar al pantalón del chico. Sintió el pene erecto y apretó. El chico volvió a ponerse nervioso y su corazón se aceleró.
–Hermosa juventud que tiene erecciones inmediatas y duraderas.
–Marico no me digas que a ti no se te para por eso no me coges.
–Lo has tenido en tu boca, ¿lo notaste flácido?
El chico se enrrojeció de la pena y agachó la mirada.

–Deja la pena que tú no eres así. Tu papá te debe amar con locura, porque mira que le has hecho cada cosa y a pesar de eso te dio una camioneta blindada, te da dinero y sigues viviendo con él.
–Ricardo no me ama, ama tener descendencia, un hijo, uf varón, el heredero y tal el que se va a quedar con su imperio bla bla bla.
–Te molesta eso.
–Bah, me da igual, yo lo que quiero es tener dinero.
–¿Te da igual? ¿No quisieras que tu papá se ocupara de ti, estuviera pendiente, compartiera contigo, te dijera que te ama, te abrazara cada noche?
Teodoro bajó la cabeza puso su mano en la cara, respirando con molestia.
–¿Podemos hablar de otra cosa?
–¿Por qué, te da rabia escuchar verdades?
–ME DA ARRECHERA QUE CADA VEZ QUE NOS VEMOS ES PARA LA MISMA MIERDA, SIEMPRE ME HABLAS DE LO MISMO.
–Cálmate y siéntate. No estoy hablando con un niño de 8 años.
–Se me quitó el hambre y tengo que regresar al trabajo.
–Yo creo que deberías comer, luego te comes el postre en mi casa, no creo que boten del trabajo al hijo del dueño.
–Yo no voy a ir a tu casa.
François le lanzó el menú. –Pide lo que quieras, yo invito y en mi casa el postre.
¿Será que este pana si me coge hoy?, Me va a dar el postre en su casa. Marico que morbo me da este viejo.

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