jueves, 15 de marzo de 2018

INQUEBRANTABLE 8. Capítulo 11


Teodoro miraba a todos lados buscando un pequeño espacio en orden pero no había, encendió la luz de la pequeña cocina y las chiripas, pequeñas cucarachas de color ambar corrieron despavoridas ocultándose entre los platos sucios y las hornillas.

–Ven bebé vamos a la pieza.

Teodoro cerró los ojos, Alaska se le acercó mientras el chico volteaba. –No vuelvas  a decir… -Le dio un beso en la boca mientras lo tomaba de la barbilla.

–Deja de refunfuñar y vamos a ponernos cómodos.



Llegaron a la pequeña habitación. La cama individual ocupaba casi todo el diminuto espacio, apenas cabía una mesita de noche, una silla y un perchero. Un pequeño clóset sin puertas estaba frente a la cama.

–Quítate todo mi amor quiero hacerte mío. -Teodoro solo pensaba en el momento de irse. Mientras se quitaba el pantalón, Alaska se bajaba la pantaleta dejando al descubierto el grueso y oscuro pene. Del prepucio caía un hilo de líquido preseminal.

–Ágachate y mámalo bebé, es tuyo.



Teodoro se agachó arrodillándose en una diminuta alfombra sucia. Tomo el enorme pene en sus manos y se lo metió en la boca lentamente. Alaska le pasaba sus uñas por las mejillas para luego colocar su mano detrás de la cabeza y empujarla para que se tragara todo el miembro.

–Cómetela mi amor, es tuya, disfruta mi verga. El chico con su boca  le echó hacia atrás el prepucio dejando el glande despejado. Gordo y de un rosado oscuro, Teodoro se esmeró en lamerlo, le cogió los testículos apretándolos mientras seguía mamando.



Alaska pusos sus manos entre la cabeza del chico y apretó.

–Mi amor traga mi semen, llénate de mi aaaaaaaaah. –Se corrió dentro de la boca de Teodoro que sentía como el líquido caliente bañaba su garganta y bajaba dulce, mientras tragaba.

Su pene no perdió erección y levantó a Teodoro para decirle que se pusiera de rodillas en la cama. Rechinaba al mínimo movimiento. La mujer se puso el preservativo y lo llenó de lubricante al igual que el culo del chico.



Teodoro levantó el culo y apoyó la cabeza en el colchón, la sábana olía a tela mal secada, cerró sus ojos y sintió como la chica le introducía lentamente un dedo a pesar de las uñas largas, poco a poco se abría paso para luego meter otro dedo. Retiró los dedos y acercó su pene al orificio, con su mano lo llevaba a la entrada, apoyó y fue empujando poco a poco. Teodoro sentía el grosor de aquel pene como le abría la carne, arrugó la frente, el pene se deslizaba, iba desapareciendo dentro del culo del chico.

Alaska lo sostuvo por sus caderas clavando suavemente sus uñas en la piel de Teodoro.



La voz dulce de Alaska de pronto cambió a una voz más fuerte y varonil en el momento en que todo su pene estaba completamente dentro del chico.

–Ahora aguanta como un machito que te voy a dar duro. -Varios empujones fuertes hicieron que Teodoro soltara unos gemidos subidos de tono.

–Cállate no grites tan duro. -Le decía a Alaska que era otra persona en ese momento. Sus movimientos salvajes  hacían que la cama rechinara aún más. Teodoro volteó a verla y ella se acercó para besarlo en la boca.

–Me duele.

–¿Paro?

–No, sigue.

Alaska siguió, y siguió moviéndose con fuerza. Le dijo que se pusiera de lado para seguir penetrándolo y luego, sin retirar el pene lo volteó hasta tenerlo frente a ella, Colocó las piernas del chico  a los lados y se quitó la blusa y luego el sostén. Aparecieron unos pechos enormes y redondos, dos pezones gruesos y duros apuntaban al frente. Teodoro echó más las piernas a los lados y Alaska comenzó a moverse como antes. El chico le tocaba los senos que se movían, los apretaba y pellizcaba los pezones. Alaska gruñía con esa voz gruesa que sorprendió a Teodoro al comienzo de la penetración. El chico tenía una dura erección al ver que una mujer lo penetraba. Tener frente a él unos pechos y abajo un pene, lo tenían en la excitación extrema.

–¡Dame duro coño, mételo hasta dentro!

–¿Quién te ha cogido así? Ah, dime. ¿Cuándo te has metido una verga así? –Teodoro no respondía, su rostro había cambiado, veía fijamente a Alaska mientras jugaba con los pechos.

La mujer le cogió las piernas y las enderezó poniéndolas en sus pecho y alzando al muchacho para una penetración más profunda. Teodoro volvió a gritar. La cama parecía que se iba a partir del ruido que hacía.

Volvio a poner de lado al chico para luego tenerlo nuevamente de espaldas. Lo cogió de las caderas  y lo levantó para seguir empujando con fuerza, le abrió las nalgas, se mordió los labios y continuó moviéndose. A Teodoro se le erizaba la piel, ella le pasaba la mano suavemente por la espalda, sacó el pene y lo volvió a meter de una vez.



–Te voy a acabar adentro. –Le dijo mientras aumentaba la velocidad y la fuerza, hasta que llegó el momento y se detuvo, arrugó la cara mientras gruñía y sus uñas se clavaban en la piel de las caderas de Teodoro, que le apretaba el pene con su culo. La chica soltó a Teodoro y retiró el pene. El preservativo estaba cargado de semen a pesar de haber eyaculado hace minutos.



Se tumbaron en la cama, ambos boca abajo. Unos minutos se mantuvo la habitación en silencio hasta que Alaska habló. –¿Quieres bañarte bebé?

–Si, tengo calor estoy empegostado.

–Ahí en el baño tienes jabón y toalla, no hay agua caliente.

–¿Qué? ¿me tengo que bañara con agua fría?

–Si, no hay calentador, si quieres te caliento una olla.

–No, no, no, tranquila.

–Ya voy yo a ducharme contigo mi amor



Teodoro entró al baño, era pequeño, el piso era de granito desgastado y poroso y por algunos sitios negro por el sucio, la cortina de baño, plástica y blanca traslúcida y de la mitada para abajo mohosa. El lavamanos de una sola llave no escapaba de la suciedad, pegostes de pasta de dientes y cabello alrededor de la vasija. Cerró los ojos y movió la cabeza. Corrió la cortina de baño, el piso estaba igual que afuera, la ducha era un tubo sin el difusor, así que el chorro de agua salía directo. La toalla que había para secarse tenía unos claros que se podía ver a través de la tela.

Entró a la ducha, cerró la cortina y le dio vueltas a la llave del agua que se le quedó en la mano mientras el chorro helado le caía en la cabeza. Comenzó a gritar mientras terminaba de mojarse.



Entró a la ducha Alaska. Teodoro en ese momento cayó en cuenta con quién se había acostado. La vio de cuerpo entero desnuda, vios sus tetas, bajó la mirada y en las caderas vio su pene flácido que aún se veía grueso, más que excitarlo se le fue toda emoción, no entendía como quiso acostarse con ella. Alaska le tomó las manos para que le tocara los pechos y se los enjabonara, algo que hizo sin mucho ánimo pero a ella se volvió a excitar y su pene volvió a levantarse.

–Mámalo bebé.

Teodoro quería acabar y se agachó para mamarlo mientras se masturbaba. El agua caía sobre su cabeza, él seguía mamando y tocándose. Se lo tragó completo cuando sintió que ya se venía.

–Aaaaay bebé que bien, acabaste rico. Te lo quiero meter otra vez.

–No chamo, me duele el culo, más tarde. -En realidad no quería volver a estar con Alaska.



Al salir de la ducha Teodoro pensaba en como irse de ahí, pero Alaska le dijo que le haría una cena especial. –Tengo cerveza. -Le dijo



Alaska se puso a lavar los platos y recoger un poco la cocina mientras Teodoro estaba sumergido en su tablet, Alaska hablaba, Teodoro solo repetía “ajá”. Al terminar de recoger se puso hacer unas arepas para freirlas y rellenarlas de queso duro.

–Bebé ralla el queso por fa.

–Marico, de nuevo tienes esa vocecita de jeva que no rompe un plato y cuando me cogías parecías un camionero.

–¿En serio? Jajaja no me di cuenta. Toma aquí está esto, ralla el queso.

–Yo no sé hacer eso, házlo tú.

–Aaaay bebé te hace falta vivir más, mucho dinero pero eres un poquito flojo.

Teodoro se sonrió con un dejo de fastidio.



Se frieron las arepas y Alaska las rellenó. Teodoro en su vida había comido arepas fritas, estas particularmente estaban grasientas y desprendían un olor a aceite reusado.

Se las comió con desagrado pero no dijo nada, lo que le gustó fue la cerveza.



–Vamos a ver tele mi amor, así estamos juntitos en la cama.

–Vamos a ver una peli, pon HBO.

–No bebé, no tengo cable, me cobran más si pongo un punto, yo veo la novela.

–¿En serio? ¿la novela?

–Si bebé, si la veo contigo me harás muy feliz.



Se acostaron la cama desnudos, Alaska veía la novela tocándose el pene, Teodoro la veía de reojo, sus pechos permanecían firmes a pesar de estar acostada, bajaba la mirada hacia el pene que estaba medio erecto. De repente la mano de Alaska cayó a un lado y la escuchó roncar.



Se levantó de la cama muy lentamente y comenzó a vestirse, antes de ponerse los zapatos llamó a uno de los escolatas para que estuvieran alertas abajo.

–<Que se venga de su casa, si quiere se regresa cuando lleguemos  a mi casa, le doy el día libre, a ambos pero me quiero ir de esta mierda> -Le decía al escolta casi en susurro. Se puso los zapatos, cogió su morral y salió del apartamento.

–Que asco de sitio.



Llegó a su casa y se volvió a duchar. Se lanzó en su cama desnudo. Se tocó el culo, se rió. –Maaaarico, la loca esa me dejó el culo abierto.



Eran las 11:30 de la noche y sonó su celular.

–Mierda es esta pana <Aló>

–<Bebé, ¿por qué te fuiste? Me dejaste aquí solita>

–<Verga chama es que no me podía quedar ahí en esa cochinera, disculpa que te lo diga, es un asco ese apartamento>

-<Ay bebé discúlpame, pero vente, mientras llegas yo recojo todo, quiero cogerte otra vez y amanecer contigo, y hacerte el desayuno, te lo llevo a la cama, te hago unos huevos fritos  con… -Teodoro colgó la llamada.



–Que se joda. –Le sacó la batería y el chip al celular. Mañana compraría otra línea.

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