Teodoro miraba a todos lados buscando un pequeño espacio en
orden pero no había, encendió la luz de la pequeña cocina y las chiripas,
pequeñas cucarachas de color ambar corrieron despavoridas ocultándose entre los
platos sucios y las hornillas.
–Ven bebé vamos a la pieza.
Teodoro cerró los ojos, Alaska se le acercó mientras el
chico volteaba. –No vuelvas a decir… -Le
dio un beso en la boca mientras lo tomaba de la barbilla.
–Deja de refunfuñar y vamos a ponernos cómodos.
Llegaron a la pequeña habitación. La cama individual ocupaba
casi todo el diminuto espacio, apenas cabía una mesita de noche, una silla y un
perchero. Un pequeño clóset sin puertas estaba frente a la cama.
–Quítate todo mi amor quiero hacerte mío. -Teodoro solo
pensaba en el momento de irse. Mientras se quitaba el pantalón, Alaska se
bajaba la pantaleta dejando al descubierto el grueso y oscuro pene. Del
prepucio caía un hilo de líquido preseminal.
–Ágachate y mámalo bebé, es tuyo.
Teodoro se agachó arrodillándose en una diminuta alfombra
sucia. Tomo el enorme pene en sus manos y se lo metió en la boca lentamente.
Alaska le pasaba sus uñas por las mejillas para luego colocar su mano detrás de
la cabeza y empujarla para que se tragara todo el miembro.
–Cómetela mi amor, es tuya, disfruta mi verga. El chico con
su boca le echó hacia atrás el prepucio
dejando el glande despejado. Gordo y de un rosado oscuro, Teodoro se esmeró en
lamerlo, le cogió los testículos apretándolos mientras seguía mamando.
Alaska pusos sus manos entre la cabeza del chico y apretó.
–Mi amor traga mi semen, llénate de mi aaaaaaaaah. –Se
corrió dentro de la boca de Teodoro que sentía como el líquido caliente bañaba
su garganta y bajaba dulce, mientras tragaba.
Su pene no perdió erección y levantó a Teodoro para decirle
que se pusiera de rodillas en la cama. Rechinaba al mínimo movimiento. La mujer
se puso el preservativo y lo llenó de lubricante al igual que el culo del
chico.
Teodoro levantó el culo y apoyó la cabeza en el colchón, la
sábana olía a tela mal secada, cerró sus ojos y sintió como la chica le
introducía lentamente un dedo a pesar de las uñas largas, poco a poco se abría
paso para luego meter otro dedo. Retiró los dedos y acercó su pene al orificio,
con su mano lo llevaba a la entrada, apoyó y fue empujando poco a poco. Teodoro
sentía el grosor de aquel pene como le abría la carne, arrugó la frente, el
pene se deslizaba, iba desapareciendo dentro del culo del chico.
Alaska lo sostuvo por sus caderas clavando suavemente sus
uñas en la piel de Teodoro.
La voz dulce de Alaska de pronto cambió a una voz más fuerte
y varonil en el momento en que todo su pene estaba completamente dentro del
chico.
–Ahora aguanta como un machito que te voy a dar duro. -Varios
empujones fuertes hicieron que Teodoro soltara unos gemidos subidos de tono.
–Cállate no grites tan duro. -Le decía a Alaska que era otra
persona en ese momento. Sus movimientos salvajes hacían que la cama rechinara aún más. Teodoro
volteó a verla y ella se acercó para besarlo en la boca.
–Me duele.
–¿Paro?
–No, sigue.
Alaska siguió, y siguió moviéndose con fuerza. Le dijo que
se pusiera de lado para seguir penetrándolo y luego, sin retirar el pene lo
volteó hasta tenerlo frente a ella, Colocó las piernas del chico a los lados y se quitó la blusa y luego el
sostén. Aparecieron unos pechos enormes y redondos, dos pezones gruesos y duros
apuntaban al frente. Teodoro echó más las piernas a los lados y Alaska comenzó
a moverse como antes. El chico le tocaba los senos que se movían, los apretaba
y pellizcaba los pezones. Alaska gruñía con esa voz gruesa que sorprendió a
Teodoro al comienzo de la penetración. El chico tenía una dura erección al ver
que una mujer lo penetraba. Tener frente a él unos pechos y abajo un pene, lo
tenían en la excitación extrema.
–¡Dame duro coño, mételo hasta dentro!
–¿Quién te ha cogido así? Ah, dime. ¿Cuándo te has metido
una verga así? –Teodoro no respondía, su rostro había cambiado, veía fijamente
a Alaska mientras jugaba con los pechos.
La mujer le cogió las piernas y las enderezó poniéndolas en
sus pecho y alzando al muchacho para una penetración más profunda. Teodoro volvió
a gritar. La cama parecía que se iba a partir del ruido que hacía.
Volvio a poner de lado al chico para luego tenerlo
nuevamente de espaldas. Lo cogió de las caderas
y lo levantó para seguir empujando con fuerza, le abrió las nalgas, se
mordió los labios y continuó moviéndose. A Teodoro se le erizaba la piel, ella
le pasaba la mano suavemente por la espalda, sacó el pene y lo volvió a meter
de una vez.
–Te voy a acabar adentro. –Le dijo mientras aumentaba la
velocidad y la fuerza, hasta que llegó el momento y se detuvo, arrugó la cara
mientras gruñía y sus uñas se clavaban en la piel de las caderas de Teodoro, que
le apretaba el pene con su culo. La chica soltó a Teodoro y retiró el pene. El
preservativo estaba cargado de semen a pesar de haber eyaculado hace minutos.
Se tumbaron en la cama, ambos boca abajo. Unos minutos se
mantuvo la habitación en silencio hasta que Alaska habló. –¿Quieres bañarte
bebé?
–Si, tengo calor estoy empegostado.
–Ahí en el baño tienes jabón y toalla, no hay agua caliente.
–¿Qué? ¿me tengo que bañara con agua fría?
–Si, no hay calentador, si quieres te caliento una olla.
–No, no, no, tranquila.
–Ya voy yo a ducharme contigo mi amor
Teodoro entró al baño, era pequeño, el piso era de granito
desgastado y poroso y por algunos sitios negro por el sucio, la cortina de
baño, plástica y blanca traslúcida y de la mitada para abajo mohosa. El lavamanos
de una sola llave no escapaba de la suciedad, pegostes de pasta de dientes y
cabello alrededor de la vasija. Cerró los ojos y movió la cabeza. Corrió la
cortina de baño, el piso estaba igual que afuera, la ducha era un tubo sin el
difusor, así que el chorro de agua salía directo. La toalla que había para
secarse tenía unos claros que se podía ver a través de la tela.
Entró a la ducha, cerró la cortina y le dio vueltas a la
llave del agua que se le quedó en la mano mientras el chorro helado le caía en
la cabeza. Comenzó a gritar mientras terminaba de mojarse.
Entró a la ducha Alaska. Teodoro en ese momento cayó en
cuenta con quién se había acostado. La vio de cuerpo entero desnuda, vios sus
tetas, bajó la mirada y en las caderas vio su pene flácido que aún se veía
grueso, más que excitarlo se le fue toda emoción, no entendía como quiso
acostarse con ella. Alaska le tomó las manos para que le tocara los pechos y se
los enjabonara, algo que hizo sin mucho ánimo pero a ella se volvió a excitar y
su pene volvió a levantarse.
–Mámalo bebé.
Teodoro quería acabar y se agachó para mamarlo mientras se
masturbaba. El agua caía sobre su cabeza, él seguía mamando y tocándose. Se lo
tragó completo cuando sintió que ya se venía.
–Aaaaay bebé que bien, acabaste rico. Te lo quiero meter
otra vez.
–No chamo, me duele el culo, más tarde. -En realidad no
quería volver a estar con Alaska.
Al salir de la ducha Teodoro pensaba en como irse de ahí,
pero Alaska le dijo que le haría una cena especial. –Tengo cerveza. -Le dijo
Alaska se puso a lavar los platos y recoger un poco la
cocina mientras Teodoro estaba sumergido en su tablet, Alaska hablaba, Teodoro
solo repetía “ajá”. Al terminar de recoger se puso hacer unas arepas para
freirlas y rellenarlas de queso duro.
–Bebé ralla el queso por fa.
–Marico, de nuevo tienes esa vocecita de jeva que no rompe
un plato y cuando me cogías parecías un camionero.
–¿En serio? Jajaja no me di cuenta. Toma aquí está esto,
ralla el queso.
–Yo no sé hacer eso, házlo tú.
–Aaaay bebé te hace falta vivir más, mucho dinero pero eres
un poquito flojo.
Teodoro se sonrió con un dejo de fastidio.
Se frieron las arepas y Alaska las rellenó. Teodoro en su
vida había comido arepas fritas, estas particularmente estaban grasientas y desprendían
un olor a aceite reusado.
Se las comió con desagrado pero no dijo nada, lo que le
gustó fue la cerveza.
–Vamos a ver tele mi amor, así estamos juntitos en la cama.
–Vamos a ver una peli, pon HBO.
–No bebé, no tengo cable, me cobran más si pongo un punto,
yo veo la novela.
–¿En serio? ¿la novela?
–Si bebé, si la veo contigo me harás muy feliz.
Se acostaron la cama desnudos, Alaska veía la novela
tocándose el pene, Teodoro la veía de reojo, sus pechos permanecían firmes a
pesar de estar acostada, bajaba la mirada hacia el pene que estaba medio
erecto. De repente la mano de Alaska cayó a un lado y la escuchó roncar.
Se levantó de la cama muy lentamente y comenzó a vestirse,
antes de ponerse los zapatos llamó a uno de los escolatas para que estuvieran
alertas abajo.
–<Que se venga de su casa, si quiere se regresa cuando
lleguemos a mi casa, le doy el día
libre, a ambos pero me quiero ir de esta mierda> -Le decía al escolta casi
en susurro. Se puso los zapatos, cogió su morral y salió del apartamento.
–Que asco de sitio.
Llegó a su casa y se volvió a duchar. Se lanzó en su cama
desnudo. Se tocó el culo, se rió. –Maaaarico, la loca esa me dejó el culo
abierto.
Eran las 11:30 de la noche y sonó su celular.
–Mierda es esta pana <Aló>
–<Bebé, ¿por qué te fuiste? Me dejaste aquí solita>
–<Verga chama es que no me podía quedar ahí en esa
cochinera, disculpa que te lo diga, es un asco ese apartamento>
-<Ay bebé discúlpame, pero vente, mientras llegas yo
recojo todo, quiero cogerte otra vez y amanecer contigo, y hacerte el desayuno,
te lo llevo a la cama, te hago unos huevos fritos con… -Teodoro colgó la llamada.
–Que se joda. –Le sacó la batería y el chip al celular.
Mañana compraría otra línea.
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