El jefe de la banda del secuestro entraba al lugar donde
tenían en cautiverio a Teodoro, traía varios periódicos y se los lanzá al chico
que estaba durmiendo.
–Tu papá está buscando que yo te mate ahora mismo.
Teodoro se estiró y apenas enfocando la vista tomó el primer
periódico leyendo el enorme titular que decía sobre su secuestro.
–Conociendo a mi papá está aprovechando este peo para hacer
campaña, la gente se conmueva y vote por él.
El hombre miró a Teodoro. –Me conviene más presionarlo y que
pague a matarte, lo convierto en mártir. En dos días nos vamos de aquí.
–<Sucre, 48 horas, te doy 48 horas para que tengas el
dinero y que veas a tu hijo> -Colgó la llamada.
–Marico, vamos a darle hoy mismo. Tú matas a este guevón y
yo me echo al otro. ¿Tienes tu arma?
–Si.
–Yo me encargo del otro, tranquilo, solo déjame sin amarrarme esta noche, yo lo mato y luego
matas al jefe.
–Ya me están presionando para que pague y la policía no da
con ellos, se mueven. Piensan que tiene vínculos con la guerrilla.
–Termina de pagar coño, luego se verá si los atrapan.
–¿Tienes ganas de verlo verdad? Cuando aparezca te vas a ir
de aquí.
–Tengo un apartamento, estoy aquí para apoyarte y estar
cerca de todo. ¿No ves la cantidad de periodistas que hay alrededor de la casa
cuando se te ocurrió dar la noticia? Bueno, más bien dar autorización de
sacarla. Tú no quieres dar declaraciones.
–Igual te vas a ir de aquí.
–Yo voy a salir para ir a la oficina, deberías salir
escondido en mi carro y los escolatas atrás, tienes que encargarte de la
gobernación. La secretaria de gobierno está de encargada.
–Deberías ir tú Ricardo, que la gente te vea. ¿No estás en
campaña? Aprovecha.
–Vas a dejarme cuando aparezca Teodoro. ¿Puedes salir más
tarde y tenemos sexo?
Victor lo vio, el amor que sentía por él pudo más que
cualquier deber laboral, se sonrió y le extendió la mano para subir juntos a la
habitación.
–No me vayas a dar duro coño, suavecito, esa vaina no me
gusta, siento dolor cuando me tocas allá adentro. Pero no te pongas condón, no
sé para que lo haces.
–“Mientras estés indetectable y controlado no hay forma de
contagio para la otra persona” –Recordaba Victor las palabras del médico. –Ok.
Llegaron a la habitación, ambos se desnudaron mutuamente, se
besaban apasionadamente, Victor estaba emocionado, cada momento con Ricardo lo
disfrutaba se sentía más cerca de tener una verdadera relación de pareja.
Se tumbaron en la cama, Victor sobre Ricardo, lo acariciaba
y besaba, algo que incomodaba a Ricardo al principio pero luego se relajaba y
se entregaba.
–Quiero penetrarte.
–Despacio por favor, despacio.
Ricardo comenzó a mamarle el pene a su compadre, era torpe
al hacerlo pero lo intentaba, solo verlo hacer eso, Victor se daba por
complacido.
–Voltéate. –Victor tomó el lubricante y le echó una buena cantidad
a Ricardo, introduciendo suavemente los dedos para ir dilatando.
Victor lentamente fue penetrándolo, nuevamente sentía esa
emoción cuando lo penetró la primera vez hace unas semanas. Ricardo apretaba
las sábanas y arrugaba la cara, cuando sintió que ya Victor lo había penetrado
por completo, se relajó, cerró los ojos y apareció la imagen de cuando él
penetraba a Victor. Se puso a llorar, su pene flácido colgaba y se movía con
cada empujón de Victor, no podía creer que había perdido la capacidad de
erección.
Victor abría las nalgas y miraba como entraba su pene que
brillaba con el gel, lo sacaba, tenía sangre pero no le dijo nada a Ricardo,
volvió a penetrarlo.
Comenzó a moverse más rápido pero Ricardo le pidió que no le
diera tan duro, bajó la intensidad pero lo penetraba profundamente, Ricardo
iconscientemente aprtetaba el esfínter y eso excitaba a Victor que estaba a
punto de correrse.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo y sacó el pene acabando
sobre la cama, el cuerpo le tembló, la madíbula inferior también le temblaba.
Se tumbó a un lado de Ricardo que seguía arrodillado, se acostó.
–Lo disfrutaste ¿verdad? Lo sentí.
Con la respiración agitada volteó a ver a Ricardo que con
solo mirarlo y sonreir, le respondió.
–En cambio yo no lo disfruté, ojo, no es que lo hiciste mal,
pero es que me duele, me siento incómodo, ya lo hemos hecho varias veces pero
es que no me siento…a gusto, pero igual quiero que me lo hagas, yo no
puedo….hacértelo. –Se le quebró la voz. –Estoy jodido.
Victor se puso de lado y le dio un beso en la boca. –Poco a
poco mi amor, poco a poco. Me voy a quedar a vivir contigo.
Ahora era Ricardo quien besaba a Victor.
Teodoro se ponía en pie, así como le había dicho a Yorman,
no lo amarró, buscó un rollo de nylon y sacó una tira larga para ponerla doble
y enrrollarla en sus manos.
Salió del pequeño cuarto, afuera estaba Yorman sentado, le
hizo señas apuntando donde se encontraba el hombre. Eran las dos de la mañana.
Yorman revisó el arma, tenía tres balas, sabía que solo una
le serviría para acabar con su jefe.
Teodoro entró a la otra habitación, una radio encendida
sobre una mesa acompañada de un vaso medio lleno con alguna bebida con alcohol.
El hombre estaba dormido sentado en una silla. Se acercó y le puso el nylon
alrededor del cuello.
Cuando ya lo tenía apretó con todas sus fuerzas. El hombre
intentaba quitarse el nylon pero Teodoro a pesar de su edad tenía más fuerza,
cayeron al suelo y el chico dio una vuelta para torcer el nylon el hombre daba
patadas.
–Muere coñodetumadre, muere. –A Teodoro le llegaban imágenes
del chico que asesinó en su colegio, se sonreía, su rostro estaba rojo por el
esfuerzo, sus manos marcadas con surcos. El hombre daba las patadas cada vez
con menos fuerzas.
Yorman entró a la habitación donde estaba su jefe, no se
esperaba que hubiesen tres personas, se detuvo, tragó saliva, pensando en las
tres balas tenía que ser muy preciso para asesinarlos. Ser sicario le daba
ventaja, su puntería era extraordinaria.
Teodoro no dejaba de apretar. El hombre ya no se movía pero
el chico no soltaba. Tres disparos se escucharon. El muchacho soltó el nylon.
Sus manos sangraban pero no sentía dolor, salió de la habitación para buscar a
Yorman.
El sicario estaba sentado en una silla con la cabeza hacia
atrás sosteniendo el arma con la mano extendida a un lado.
–Marico, le diste tres tiros, querías acabar con él.
–Habían tres hombres, hay que irnos de aquí.
–Ya va, espera. –Teodoro regresó a la habitación, le quitó
el arma al hombre que había matado. Lo apuntó en la cabeza y disparó.
–Por si acaso sigues vivo.
Se guardó el arma en el bolsillo, quemaba pero Teodoro ni se
dio cuenta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario