Teodoro y Lorenzo entraban al apartamento
directo del ascensor.
–¿Y este apartamento es tuyo?
–Si, bueno, es el apartamento de soltero de
mi papá, el viene aquí a cogerse a las tipas, yo le robo las llaves.
–Y vienes a tirar aquí.
–La verdad es que no, muy poco lo uso,
siempre tiro en casa de los tipos.
–Ah vaya. Bueno vinimos a eso ¿no? ¿dónde
está a cama?
Teodoro empujó la silla hasta la habitación,
la colocó al lado de la cama como le dijo Lorenzo que desarmó la silla para
poder montarse, haciendo fuerza con sus brazos y ayudado por Teodoro con las
piernas.
–Ayúdame a quitarme los pantalones.
Con la ayuda de Lorenzo, el chico
desabrochó el pantalón y se lo quitó, luego le bajó el interior.
–Marico, ¡que guevo tienes! y eso que está
dormido.
–Si, es grueso, deja que se pare, quítate
la ropa, excítame.
Teodoro comenzó a desvestirse mientras veía
a los ojos a Lorenzo que se tocaba el pene que ya se levantaba con la ayuda de
la pastilla que se tomó.
Al ver a Teodoro desnudo se sonrió, su piel
blanca y sin vellos lo excitó, el pene erecto, era grande, con prepucio, apenas
se asomaba el glande, Lorenzo lo observaba, Teodoro lo vio y se retrajó el
prepucio dejando al descubierto un glande rosado y grande, una gota de líquido
salió y bajó como un hilo. Lorenzo atajó el líquido antes que cayera al piso y
se pasó el dedo por su boca. El chico apretó su pene para soltara más. Lorenzo
se acercó e introdujo el glande en su boca y succionó. Teodoro cerró los ojos.
–Móntate y ponme el culo en la cara, te lo
quero chupar. –Teodoro se puso de cuclillas sobre la cara del joven, bajó sus
nalgas hasta sentir la lengua húmeda y tibia de Lorenzo.
Teodoro se abría las nalgas mientras
Lorenzo recorría con su lengua toda la piel que estaba frente a él. El chico se
levanta, se pone de pie sobre la cama.
–¿Qué pasó?
–Quiero mamarte el guevo, esa verga me la
quiero comer, pero vas a seguir comiéndome el culo.
Se volteó para agacharse de nuevo y mamarle
el pene a Lorenzo mientras este chupaba de nuevo el culo del chico.
Teodoro gemía con cada mordida que le daba
Lorenzo y le metía la lengua, el chico lamía aquel grueso pene y se lo metía
completo en la boca a pesar que le costaba hacerlo.
–Dame culo coño, siéntate que te quiero
coger.
Con el culo ya dilatado, Teodoro buscó un
preservativo y lubricante. Abrió el empaque y le colocó el látex sobre el
glande.
–¿Te lo vas meter todo, aguantas?
El muchacho miraba a Lorenzo a los ojos
mientras desenrrollaba el preservativo por todo el pene. –Aguanto esto y más.
–Así me gusta.
Volvió a levantarse en la cama a la altura
del grueso y erecto pene de Lorenzo, comenzó a agacharse hasta estar en
cuclillas, tomó el pene con una mano y lo dirigió a su culo. Lorenzo lo miraba
con morbo, el chico se sonreía.
Comenzó a meterse el pene, entraba el
glande, Teodoro abría la boca, sentía algo de dolor pero lo disfrutaba, entró
un poco más y seguía bajando. Se sentó, todo el pene dentro de él le puso los
ojos en blanco. Lorenzo se mordía el labio inferior, puso sus manos en las
caderas del chico.
–Muévete.
Teodoro se echó hacia adelante para darle
un beso a Lorenzo que lo agarró de las mejillas y le dio un apasionado beso
metiéndole la lengua, le mordía los labios y le succionaba la lengua, el chico
lubricaba. Se levantó y comenzó a moverse. Subía y bajaba, se movía hacia
adelante y hacia atrás. Lorenzo tenía la cara enrrojecida con los ojos bien
abiertos viendo al chico a los ojos.
–¡Pégame! – Le dijo Lorenzo. –¡Pégame!
Teodoro le dio una cachetada mientras se
movía. -Otra. –Teodoro repitió. –Otra. –El chico le dio dos más. Lorenzo estaba
enloquecido y se levantaba ayudado por sus brazos, sus respiración estaba
acelerada. El pene de Lorenzo entraba y salía sin dificultad, brillaba con la
lubricación.
–Bájate, bájate… quítame el condón.
Teodoro le quitó el preservativo y comenzó
a masturbarlo,
–Para, para, para, mira lo que viene.
El muchacho se detuvo y comenzó a eyacular.
El semen salía sin esfuerzo, sin presión, como un grifo apenas abierto que va
saliendo agua, corría por su pene el líquido blanco y espeso. Se escurría por
sus testículos.
–Maaaaarico, que divino. -Teodoro se acercó
y comenzó a mamar el pene mientras seguía emanando semen del pene, que era
indetenible.
–Wao que vaina tan buena, marico ¿siempre
acabas así?
–Desde el accicdente sí, luego de eso quedo
agotado, de hecho lo estoy, ¿me puedes traer unas toallas húmedas para
limpiarme? ¿Y me dejas dormir un ratico, puedo?
–Si claro, duerme lo que quieras no tengo
prisa.
Teodoro salió de la habitación dejándolo
solo. Mientras caminaba hacia la cocina se metió la mano entre las nalgas
tocándose el culo. Lo tenía inflamado y dilatado.
–Quedé picado, quiero acabar. –Abrió la
nevera y vio un pepino, lo tomó y lo vio. Lo llevó hacia atras, levantó la
pierna poniéndola en el mesón y se lo introdujo. Comenzó a moverlo mientras se masturbaba, se lo
introducía por completo y lo sacaba.
Su corazón se aceleró igual que su
respiración, estaba a punto de venirse, se detuvo soltando el pepino que cayó
al suelo mientras los chorros de semen salpicaban el piso.
Limpió el piso, se duchó, al salir Lorenzo estaba despierto.
–Me puedes ayudar a ponerme el interior y
el pantaleon para subirme a la silla.
–¿Chamo que te pusite ahí?
–Una sonda para orinar completo, ya me la
saco.
–Mierda ¿eso no duele?
–No, no duele. –Se sonrió.
Teodoro lo ayudó para luego él solo subirse
a la silla de ruedas.
–Chamo que tostón empatarse con un
paralítico, tener que hacer toda esa vaina, ayudarlos, subirlo, vestirlo, que
peo.
Lorenzo lo vio a los ojos un poco
decepcionado.
–¿No te empatarías con una persona
discapacitada? ¿O abandonarías a tu
pareja si tiene un accidente o lo dejan en silla de ruedas? Como hicieron
conmigo.
–Si me lo preguntas en este momento te digo
no, no me empataria y sí, lo dejo, pero bueno cuando esté en esa situación te
digo.
Lorenzo se acomodaba las piernas mientras
escuchaba al muchacho.
–Hoy estuviste con un discapacitado.
–Si, pero por el morbo, me excitaba saber
como sería hacerlo con un paralítico.
–Ah vaya, ¿y que te pareció?
–Bien, verte ahí sin poder moverte y yo
teniendo el control uf.
–¿No quisieras ser mi novio? Sé que ere
menor, es una locura pero digo…
–No chamo te dije que no, No me vayas a
decir que te gusto y quieres algo más que sexo e ir por la calle agarrados de
mano tú en la silla y yo caminando.
–Tranquilo no va a suceder, ¿nos vamos?
Bajaron a planta baja y lo esperaban los
escoltas que ayudaron a Lorenzo a montarse en la camioneta.
–Te llevo a tu casa y ahí te ayudan estos a
bajarte.
Cuando llegaron al edificio donde vive
Lorenzo, antes de bajarse le hizo una pregunta.
–¿Nos vamos a volver a ver?
–Si claro, el lunes en la oficina.
–Chamin, sabes a que me refiero.
–No sé pana, lo que quería hacer ya lo
hice.
–¿Te gustó tirar conmigo?
–Si, estuvo de pinga
–Pero no quieres repetir…
–Marico, que tostón en serio, si te vas a
enamorar te jodiste conmigo, no me voy a empatar contigo estando en esa silla
¿ok?
–Ok, ok, tranquilo no te estoy pidiendo el
empate guevón, simplemente que quería repetir.
Teodoro le hizo señas a los escoltas para
que lo bajaran.
Cuando bajaron a Lorenzo, Teodoro estiró el
brazo y cerró la puerta y arrancó en su camioneta dejando a los escoltas con el
joven y su silla en pleno asfalto.
Al dia siguiente Teodoro se levantó con
algo en mente, era sábado, estaba decidido a hacerlo, desayunó rápido y salió
de casa. Los escoltas, molestos por lo de anoche, siguieron como siempre al
chico para custodiarlo.
Llegó a un edificio. Estacionó en la calle
y se acercó a la torre y marcó en el intercomunicador el botón del apartamento
donde iba.
–<¿Quién es?>
–<Teodoro Sucre> -Sonó el timbre que
da la señal para abrir la puerta. Entró.
–Caramba chamín, ¡que sorpresa! No te veía
desde…uuuf no me acuerdo, en el velorio de tu mamá no te vi, creo.
–¿Cómo estás Catire? ¿Puedo pasar?
–Si claro, ¿tu papá sabe que estás aquí?
–Mi papá está muerto.
Fabio, conocido en los medios de
comunicación como Catire se sorprendió. –¿Ricardo murió? ¿Cuándo, no he visto
nada en prensa?
–Ah, no, Ricardo está vivo, mi verdadero papá
está muerto, a Francisco Cáceres lo mataron.
Catire levantó las cejas y movió la cabeza.
–Siéntate, ¿qué te trae por aquí?
–¿Renata está?
Catire sospechaba algo, que Teodoro se
había enterado que son hermanos.
–No, no está, está con unas amigas en la
biblioteca.
–No pongas esa cara yo sé que somos
hermanos, lo sé de hace años. Vengo por otra cosa
Catire se pasó la mano por a boca y
suspiró. –Dime.
–Marico la vieja te dejó forrao en plata
¿no?
–Tu abuela. –Catire ya estaba un poco
molesto.
–Si, bueno, la mamá de la que me parió, voy al grano,
como dicen los adultos jajaja. Me cogí a tu hija y está preñada, vine a ver que
hacemos con eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario