Mientras las mujeres se besaban entre sí y se hacían sexo
oral mutuamente, Ricardo iba pasando de una mujer a otra penetrándolas. La
droga lo tenía enloquecido y con el pene tan erecto que le dolía, pero seguía
teniendo sexo con las tres.
Llegaron a un hotel pequeño cercano al local de Ricardo,
entraron con el vehículo y estacionaron. –Espera aquí mientras pago –Dijo el
escolta.
–¿No van a pedirte la cédula del acompañante?
–Tranquilo, conozco al encargado, no quiero que sepa con
quien vengo.
Entraron a la habitación y el escolta le agarró la cabeza a
Victor y con fuerza la acercó hacia él y lo besó en la boca. –Quiero cogerte. -Empezó
a desabotonar la camisa de Victor con una mano, con la otra se desabrochaba el
pantalón dejándolo caer. Victor llevó su mano a la entrepierna del hombre.
–No recordaba lo grueso de esta verga.
–Cuando te la meta recobras la memoria. -Lo agachó para que
le hiciera sexo oral.
Un pene grueso que apenas cabía en su boca, su nariz rozaba
con el abundante vello púbico que desprendía un agradable aroma. El escolta le
empujaba la cabeza para que lo tragara completo, dejándole la comisura de los labios
tensa.
–Ponme el condón. -El escolta buscó el condón en el bolsillo
de su pantalón y cogió el arma. –Pónmelo. –Le repitió mientras le ponía el arma
en la frente.
–Cuidado y se te va un tiro.
–Shhhh haz caso.
Terminó de colocarle el preservativo y se colocó lubricante,
se lo dio a Victor que se puso en su ano. –Acuéstate boca arriba en la cama.
–Apoyó el arma en la cama mientras tomaba su pene y lo dirigía entre las nalgas
del abogado que ya tenía sus piernas hacia arriba y dobladas hacia su pecho.
Poco a poco fue penetrándolo, Victor se relajaba pero el grueso del pene le
molestaba. Apretaba las sábanas.
Una vez adentro el escolta se agachó sobre Victor poniéndole
el arma en la sien.
–Ahora vas a recordar lo rico que es tener esta verga
dentro. –A Victor le excitaba tener el arma cerca de él, sabiendo que podría escaparse
un tiro.
El escolta comenzó a mover su pélvis hacia delante y hacia
atrás rápido y con fuerza. Sostenía el arma que aún estaba en la cabeza de
Victor. –Ponte en 4. -Con su mano izquierda bajó su pene para introducirlo,
tomó al abogado del cabello con fuerza mientras lo apuntaba. –Voltea, mira
quien está aquí.
Victor volteó y vio el cañón, tragó saliva y su pene
lubricaba.
Cada empujón que daba el escolta sonaba, entre sus
testículos y el lubricante esparcido por toda la zona, como si la piel
estuviese mojada.
Victor metía su mano por debajo y tocaba su ano y el pene
del escolta, mientras también, le cogía los testículos.
El hombre se detuvo y retiró el pene y se quitó el preservativo
para comenzar a masturbarse. Tres chorros fuertes bañaron las nagas de Victor
para luego con el pene restregar el semen y penetrarlo.
–¡Wao! ¡Coño de la madre! Verga que acabada, marico me
dejaste agotado.
–Pues no te canses mucho porque ahora te voy a coger yo. –Le
dijo Victor, que se acostó a su lado con el pene erecto. –Quédate así levanta
las piernas. –Se colocó un preservativo y lubricante. –Abre esas nalgas.
Comenzó a penetrarlo. Su pene no era tan grueso pero si
largo.
–Esta vaina no me gusta, solo me dejo coger por ti marico.
–Cállate y relaja el culo que no entra. –Lo terminó de
penetrar y se acostó sobre el escolta para besarlo.
–Sabes que te gusta. –Le dio un beso en la boca, se separó y
le escupió la cara. El rostro de el escolta cambió, cogió el arma y se la puso
en el cuello. –Si me gusta y a ti esto mamaguevo cógeme.
El escolta levantó su espalda de la cama y con la fuerza de
su cuerpo volteó a Victor sin retirar el pene, ahora quedó sobre él y comenzó a
moverse, cabalgando. El escolta cargó la pistola, el chasquido que hizo excitó
a Victor que lo volvieron a apuntar, no pudo aguantar y se corrió enseguida.
Sus gritos se escuchaban en el pasillo de afuera.
Sonó el celular del escolta. –Mierda nos tenemos que ir,
tengo que relevar al pana este, vístete y me esperas en el carro, sal por la
parte de atrás del hotel.
Victor se vistio de prisa y salió con la camisa a medio
abotonar, cuando cerró la puerta lentamente detrás de él, escucha un disparo
que lo deja petrificado en el sitio. Unos segundos después, salieron varias
personas de algunas habitaciones.
–¡Estoy bien, estoy bien! Escuchó Victor a través de la
puerta.
–Todo bien. –Le sonrió a la gente y volvió a entrar a la
habitación.
–Se escapó un tiro y me rozó el hombro, solo un susto.
–¡Pero tienes una herida y tienes sangre!.
–Tranquiiiilo, espérame en el carro.
Regresaron al local de Ricardo. –¿Te está doliendo verdad?
–Si pero ya se me va a pasar, ahora me tomo algo, tranquilo,
aquí como que la rumba sigue. ¡Epa, llegué! –Le dijo el escolta a otro que lo
estaba esperando. Victor entró al local.
La música seguía a todo volumen, nadie estaba por los
alrededores hasta que dio unos pasos más y vio a varios de los invitados
durmiendo en los sofás y en el piso, buscaba a Ricardo entre ellos pero no
estaba ahí.
Se fue al pequeño cuarto que está al lado del bar y entró.
Ricardo, tendido en la cama con los brazos por arriba de su cabeza y desnudo,
Victor le miraba la entrepierna. Un preservativo usado estaba pegado de su
pierna derecha. Se acercó a su cara para ver si respiraba. –Menos mal. ¡Ricardo,
Ricardo, despierta! –Lo movió con fuerza hasta que… –AH AH AH ¿qué pasó? ¿dónde
estoy?.
–Cálmate estas en tu restaurante.
–¿Qué hora es?. –Preguntó Ricardo, Victor vio su reloj. Casi
las seis de la mañana.
–Mierda ¿y mi celular?
–Dejame apagar la música y repicarte.
Consiguieron el celular y tenía 15 llamadas perdidas de
Rebeca. –La cuaima llamó, que ladilla. Me quiero vestir.
Victor volteó hacia la puerta y dio brinco.
–¿Tú también estuviste en este bochinche?
–¿Cómo coño entraste? ¡Aaaau que dolor de cabeza!
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