–Ya sabes, lo llamas y le dices que te
ayude con el trabajo de exposición y vas a su casa este fin de semana, yo igual
lo llamo. No quiero errores esta vez lo tienes que hacer, llevas la cámara.
–Siiii, ya me lo has dicho 20 veces,
pero no le puedo insistir mucho, pero volveré a decirle.
–Yo sé que vas a lograrlo, tú tienes
tus encantos mi amor.
Llegaban al edificio donde vive Roberto
y este le hizo señas a Sebastián para que metiera su carro en el
estacionamiento en el puesto de visitantes.
En el ascensor comenzaron a besarse
apasionadamente.
–¿Te cojo aquí?
–No, es peligroso
–Por eso, ¿no te gusta el peligro
ah?–Le decía Sebastián–
–Ya llegamos.
Entraron al apartamento y siguieron besándose,
desabotonando sus camisas a la vez.
Sebastián le desabrochó la correa del
pantalón a Roberto, la sacó de las trabillas, se separó de él y dio un fuerte
correazo al piso.
–Desnúdate.
Roberto se paralizó por unos segundos.
–QUE TE DESNUDES–Otro correazo directo
al piso–.
Se quitó toda la ropa, ya mostraba una
ligera erección.
–Ve al sillón–Al voltearse, Sebastián
le dio un suave correazo en las nalgas.
Roberto se sentó en el sillón,
Sebastián se acercó hasta tener su pene cerca de la cara de él.
–Mámalo.
Comenzó a hacerle el sexo oral mientras
Sebastián lo tomaba con fuerza del cabello. No dejaba que moviera su cabeza, lo
sostenía para que su pene no saliera de su boca. Roberto movía su lengua
mientras salivaba por la comisura de los labios.
Sebastián lo tomó con más fuerza del
cabello y lo apartó sacando su pene de la boca de Roberto.
–Vamos al cuarto–Lo levantó con fuerza
por el brazo. Otro correazo en las nalgas–.
Llegaron a la habitación y lo tumbó en
la cama.
–Quédate boca abajo.
Comenzó a darle correazos suaves en las
nalgas hasta enrrojecerlas. Se detuvo. Buscó en su pantalón un preservativo.
–Voltéate y ponme el condón.
Roberto no hablaba, su piel lo delataba, la
tenía erizada y las tetillas endurecidas. Mientras le colocaba el preservativo,
Sebastián le daba cachetadas y lo escupía. Roberto le temblaban las manos,
terminó de colocar el preservativo y se puso encima de la cama como le habían
ordenado. Más correazos vinieron, esta vez no tan suaves.
Sebastián se detuvo y comenzó a
masturbarse para comenzar a penetrarlo.
–¿Por qué no me sigues pegando?–Le dijo
Roberto.
–Porque es cuando me dé la gana a mi,
no cuando tú quieras.
Escupió repetidamente el culo de
Roberto y comenzó a penetrarlo. Una vez dentro de él, le dio con fuerza, la
cama se movía. Lo tomó por los hombros y empujó más duro.
Volvió a detenerse, retiró el pene y
volteó a Roberto. Ahora boca arriba lo volvió a penetrar mirándolo a los ojos.
Sebastián comenzó a ponerse violento, cosa que a Roberto no le molestaba, más
bien lo excitaba más.
Mientra más fuerte le daba, más le
jalaba del cabello. Lo escupía. Cachetadas iban y venían.
–Eres una perra, como te encanta llevar
guevo.–Le gritaba Sebastián, mientras Roberto gemía–.
Seguían los golpeteos y el movimiento
de la cama, Roberto se masturbaba, Sebastián lo detuvo.
–Vamos a acabar a la vez.
Sebastián siguió embistiendo a Roberto
hasta que estuvo a paunto de acabar. Se detuvo. Retiró el pene y se quitó el
preservativo. Se puso de pie en la cama con Roberto debajo de él y empezó a
maturbarse.
Cada descarga caía en alguna parte de
la cama y en el cuerpo de Roberto que se estremecía al sentir el semen en su
piel. El también se corrió. Sebastián lanzaba gruñidos y se agitaba, Roberto se
le tensaba el cuerpo.
Todo se calmó. Se acostó a un lado de
Roberto y así estuvieron, juntos, sin hablar, por unos minutos.
El silencio lo rompió Roberto.
–¿Sabes que a mi hermano le gustaba
también esto? Creo que te comenté algo. El sadomasoquismo, el cuero, latigazos.
Te confieso que a mi también me excita.
Hubo un silencio incómodo y Sebastián
se levantó de la cama.
–Voy a ducharme, ¿tienes toalla?
–Si…en el baño tienes una y en la ducha
hay jabón y champú. ¿te acompaño?
–No…prefiero solo–Se levantó de la cama
y se fue directo al baño.
–¿Qué le pasó? No entendí.
Sebastián abrió la llave de agua
caliente y esperó a que se le quitara el frío al agua, abrió la otra llave.
Comenzó a caerle por el cuerpo el agua caliente, más caliente de lo normal. No
pudo contener el llanto, se sentó en el piso y arrancó a llorar.
–Tengo que contarle, tengo que
contarle–Se repetía una y otra vez mientras el agua corría.
–¿Todo bien?
–SI SI, YA SALGO–Se levantó del piso,
cerró las llaves y salió para secarse–.
–¿Qué tal?
–Muy rica el agua, la ducha espectacular,
me quería quedar a vivir ahí.
–Ja,ja, ja que bien, tienes los ojos
rojos.
–Si…es que me cayó champú, pero estoy
bien.
–Bueno, voy a ducharme, ya salgo.
Sebastián aprovechó para vestirse
rápido, tomó sus cosas y se fue del apartamento.
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