sábado, 4 de septiembre de 2021

Huevos revueltos. 227

 


Castro y José David entraban al apartamento besándose. Estaban borrachos.

–Tienes ese vergón bien duro carajo.
–Te lo voy a enterrar.
–Me vas a partir.
–A eso viniste, no te quejes.
–Nadie se está quejando. Dame un cerveza. -Castro lo haló del cabello y le dio un beso en la boca metiéndole la lengua. –Coño...besas divino. -El hombre fue a buscar dos cervezas mientras José David se quitaba toda la ropa.

–¿Estás con ganas de llevar guevo, no?
–Te tengo ganas desde que te vi la verga en mi casa, estoy cagao, pero ando muy borracho para decirte que no, hoy me dejo 
 hacer todo. -Castro volvió a besar a José David y le metió un dedo en el culo.
–Cooooño...si ya el dedo...aaaauuu, me duele imaginate cuando me metas eso. -Le tocó el pene sobre el pantalón.
–Quítame el pantalón y mámalo.
José David se arrodilló, levantó la mirada para ver a los ojos a Castro. –Parezco una colegiala que le va a mamar el pene al profe para que le pase la materia.
–Deja de hablar tanta pendejada y ponte a mamar.
–Si profe. -José David comenzó a quitar el cinturón, bajó el cierre. –Este tipo es una mole, me va a dejar vuelto mierda. -Cogió el pantalón por las caderas y lo bajó, desabotonó algunos botones de la camisa y vio el interior. Un enorme bulto frente a su cara le hizo tragar saliva. Bajó el interior. El pene le dio un golpe en la cara y justo con el piercing.
–Coño, la verga esta ya empezó a hacerme daño y todavía no ha entrado. -Levantó la mirada para ver a Castro a los ojos, le pasó la lengua al enorme glande. Castro le le dio un manotón.
–Coño papá pero lo tuyo es escoñetarme hoy.
–¡Ponte a mamar!

–No sé Oto...lo estoy llamando y tiene el celular apagado y estoy llamando al teléfono fijo y no contesta.-
–Bueno Tin, no es fácil asimilar lo que le dijiste, además no han pasado ni 12 horas, debe estar arrecho.-
–Me siento mal y encima en esta cama sin poder hacer nada.-
–Marico no es para menos. Te toca bajarte los pantalones y pedir perdón-
–Me muero si pierdo a Castro.-
–No vas a perder a Castro, no seas gafo, ese hombre te ama, está arrecho, dolido, pero te ama, tu pídele perdón y dile que si te quieres casar pero no en una clínica.-
–La semana de arriba comienzo la quimio-
–Toda va a salir bien mi amor, yo voy a estar pendiente, eso va a ser para quitar cualquier cosa, el médico te dijo que no serán muchas sesiones-
–Ahora que quiero a Castro conmigo, se va.-
–Eso te pasa por pendejo-
–¿Y si está tirando con alguien?
–¿Castro? ¿Con quién va a estar tirando? Deja de hacerte mentes. Enfócate.
Jaime escuchó lo de Castro y dejó de leer en la laptop.  Oto colgó.

–Amor, te estaba escuchando. ¿Castro y Agustín terminaron?.
–No, no...pasó lo que sabemos y ya, pero desde que de fue de la clínica hasta ahorita Tin no sabe nada.
–¿Tú harías un trio? Conmigo claro. -Oto se volteó a ver a Jaime. –¿Lo harías con Castro?
–¿Más o menos?

José David sostenía el enorme pene de Castro con su mano mientras con dificultad lo mamaba, se lo metía en la boca y jugaba con el aro de metal moviendo la lengua.
Se puso de pie, ya las rodillas le dolían. –Vamos al cuarto y me coges, ya tengo las rodillas destruídas.
Castro lo tomó del cabello por detrás. –Voy a reventarte el culo.
–Es lo que más deseo.
Llegaron a la habitación, Castro, con el rostro desencajado, serio y visiblemente molesto, empuja a José David a la cama, termina de desvestirse, José David se arrodilló en la cama con la cadera levantada y su espalda en el colchón. Se abre las nalgas, Castro coge el pote de lubricante y se echa una generosa cantidad en la mano, se lo esparce en el culo. El gel frío, hace brincar a José David que se rie. –Dale despacio guevón, no vayas a joderme desde el inicio. Estoy peo pero siento. aaaay ay marico, coño, coño, ya va, despacio.
–Es mi dedo coño, deja la quejadera. -Le da varias palmadas en el culo y vuelva meter el dedo, luego dos, los mueve, José David gime apretando las sábanas. Castro, arrodillado, se acerca al culo, llena de lubricante el pene y le da golpes en las nalgas con el. 
–Dale despacio vale...no te vuelvas loco. -Castro restriega el glande y el piercing en el culo y comienza a empujar, su mano izquierda está en el hombro del mecánico. El pene se va abriendo paso.
–Aaaau, au, ya va, para, dale despaciooooo, aaaaau, aaau, coño. -Castro sigue empujando, su glande va entrando, desaparece el piercing, José David no para de quejarse.
–Ya va, ya va, ya va, para un pelo no jodaaaa, aja. Deja que coja aire. –Castró volvió a empujar y ahora su mano derecha estaba en el otro hombro. Su glande había entrado, José David estaba tenso, Castro apretó los hombros, movió las piernas y empujó. Un fuerte grito estremeció a josé David que comenzó a temblar sin parar de gritar, Castro seguía embistiendo, levantó las rodillas de la cama con las piernas flexionadas. 
–Ahora vas a sentir más dolor. -Volvió a empujar y el pene entró por completo. José David lanzaba gritos de dolor, a Castro le recordaba a Agustín cuando gritaba en el momento de mayor excitación. Comenzó a llorar y la rabía lo puso más salvaje, se aferró con todas sus fuerzas a los hombros de José David y sus movimientos fueron constantes y agresivos.
Los gritos del hombre superaban los de Agustín, pedía que se detuviera pero Castro no escuchaba, lo tomó por las caderas, se levantó un poco más aun con las piernas flexionadas y aquel enorme pene se abría paso en un culo dilatado e inflamado. 
José David no paraba de gritar. –¡Ya Castro, por favor, me duele! Aaaaau, aaaah, yaaaa. -Castro volvió a arrodillarse lo tomó de las caderas y seguía moviéndose con fuerza.

José David sudaba, ya no podía gritar, las piernas le temblaban y no las sentía, sus caderas le dolían. A Castro le corrían las gotas de sudor por la cara y el pecho. Estaba agitado y todavía no acababa. Se pellizcó las tetillas y se corrió dentro del hombre apretando sus nalgas hasta soltar la última gota de semen. Retiró el pene, Jose David se desplomó en la cama. 
Castro observó su miembro y estaba manchado con sangre, se levantó de la cama y fue a lavarse en el lavamanos.
–PÁRATE Y DÚCHATE. -segundos después respondió  José David.
–Aaaaaaaay, ya voy...me duele todo...no puedo moverme. -Con dificultad se sentó en la cama, estaba mareado, se puso de pie y, sosteniéndose de la pared caminaba en zig zag hacia el baño.
–¿Puedes salir? Voy a cagar. -Se dejó caer en la poceta. Al pujar sintió un fuerte ardor que lo hizo gritar, evacuó diarrea, sangre y semen. –Coooooñooooo como arde carajoooo, mierdaaaa, ¿Que coño me metiste? Este tipo es un amimal.
Se apoyó de la pared y entró a la ducha.
Castro acostado en la cama no paraba de llorar y arrepentirse de lo que había hecho. Buscó su celular y llamó a Agustín.
–¡Aló! Castro, ¿Dónde estás? Te he estado llamando desde hace cuatro horas.
–Flaco...flaco yo...yo me....te amo, te amo mucho. -Colgó la llamada, apagó el celular y comenzó a llorar desconsoladamente. José David salía del baño.
–¿Tendras alguna pomada para ponerme en el culo. Coño me arde que jo...de...¿Qué te pasa? -Castro se sentó en la cama y buscó una crema, se limpiaba las lágrimas. Le lanzó el tubo.
–Vístete y te vas.
–Te iba a pedir que me dieras la cola al bar, dejé el carro ahí.
–Toma un taxi.
–Marico, me dejaste el culo inservible, casi que no me puedo sentar ¿y me vas a mandar en un taxi con el dolor que tengo?
Castro se puso un mono y una franela.–Te llevo ya, vístete.
Salieron de la habitación. –¿Me das una cerveza para el camino?
–Haz lo que te de la gana José, vámonos ya.

En el camino no hablaban, hasta que José David rompió el hielo.
–Creo que esto será debut y despedida. No sé como voy a cagar la próxima vez. Más nunca me vas a volver a coger.
–Tenlo por seguro que asi será, no tengo intenciones de meterte en mi cama de nuevo.
Llegamos, bájate.

Al dejarlo, Castro rodó dos cuadras y frenó el vehículo, se puso a pensar, dio la vuelta en U y se fue rumbo a la clínica.


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