martes, 7 de septiembre de 2021

Huevos revueltos. 230

 


Castro estacionó el carro, comenzó a golpear el volante con las dos manos pensando en que decirle a Agustín. Miró la guantera, se quedó viéndola, moviendo la pierna y mordiéndose la uña. Abre la guantera y ve el arma. 

–Se van a dar cuenta que es falsa...-Castro se recuesta en el asiento y mira el techo de la camioneta. Cierra los ojos y se queda dormido, vuelve a abrir los ojos cuando golpean el vidrio y ve que es el vigilante del estacionamiento. Baja el vidrio.
–Señor, no puede permanecer aquí.
–Ya, ya me bajo vine a visitar a un paciente.
–Son las tres de la mañana.
–¿Qué? -Se acomoda, se pasa la mano por la boca y coge la pistola guardándosela en la parte de atrás del pantalón. Se baja de la camioneta.
–Señor, no hay acceso a la clínica por aquí, solo por emergencia.
–Ábreme el acceso. -Le da 10 dólares al vigilante y le abre la reja. –Salgo en 20 minutos.
Sube al piso de las habitaciones y estaba totalmente vacía, se acerca al puesto de enfermeras y había una.
–Hola.
–Buenas noches señor, dígame que necesita.
–Que me ayudes a sacar a un paciente de la clínica.
–Señor eso es imposible y menos a esta hora y sin una orden...del...médico. -Castro deslizó un billete de 50 dólares.
–Te estoy dando la orden yo. Acomoda al paciente que me lo llevo ya, ponle algo que lo adormezca y busca una silla se ruedas.
–Me van a botar por esto.
–¿Hay cámaras?
–Si. -Castro sacó el arma. 
–Entonces haz caso asi no tengo que dispararte.
–No por favor, no me mate, no me mate, yo hago...yo hago lo que me pida.
–¡Muévete!
Entraron a la habitación, Agustín dormía.
–Pásale la medicina y le quitas la vías.
–No está vestido.
–A ese hombre le conozco el culo y el guevo, me lo llevo así. -La enfermera le pasaba el analgésico mientras Castro la apuntaba.
–¿Puede bajar el arma? Estoy cooperando.
–Disculpa. -El hombre vio el arma y se la guardo en la parte de atrás.
–Ayúdeme a montarlo en la silla. -La enfermera le quitó la vía y  Castró lo cargó y suavemente lo sentó en la silla.
–¿Usted sabe que él comienza la quimioterapia?
–Empuje la silla hasta el ascensor. -Salen de la habitación y Castro vuelve a sacar el arma, aparecen dos personas y Castro los apunta. –Calladitos, no han visto nada, ¡caminen!.
La enfermera estaba nerviosa, entran al ascensor.
–Por favor no me haga nada...yo tengo una hija.
–Tranquila. -Castro la apunta. –Te vienes conmigo para atender a mi esposo.
–¡No por favor! No me puedo ir de mi trabajo asi. -Castro cargó el arma y la apuntó a la cabeza.
Castro acuesta a Agustín en el asiento de atrás, la enfermera se sienta al lado de Castro.
–Vamos a una farmacia y vas a comprar todo lo que necesites para atender a mi flaco. Y no hagas ninguna tontería porque me pongo bruto. Castro le puso el arma en la cintura mientras manejaba.
–¿No me va a violar, verdad?
–Tengo cara de violador. -La enfermera visiblemente asustada y llorando lo ve de arriba a abajo.
–Si...no me haga daño por favor.
–No te va a pasar nada, conmigo estás a salvo.
–Me tiene la pistola apretándome un costado.
–Más tarde te llevo a la clínica y pago lo que debo.
–¿Por qué hace esto?
–Porque la cagué con ese hombre que está ahi atrás, le pedí matrimonio y él no quiso, me dijo que estaba loco hacerlo en estos momentos, me arreché y me fui a un bar a beber, me emborraché y me cogí a un tipo, me lo cogí en la cama donde duermo con mi flaco. -Castro comenzaba a llorar. –Sigo borracho, pero enamorado de este guevón, quitó el arma y la enfermera se acomodó en el asiento.
Llegan a la farmacia y entran abrazados, dejan a Agustín acostado en el asiento. –Cualquier movimiento en falso y te disparo.
–¿En vez de hacer toda esta locura por qué no esperar y hablar con su novio? ¿Por qué tengo yo que estar en esto. -Castro le apreta el cañon a la piel y la mujer cierra los ojos, se acercan a ellos una pareja y Castro besa a la enfermera en la boca, le mete la lengua y la mujer responde al beso poniéndole la mano en la nuca al enorme hombre. Se separan y la enfermera queda un poco aturdida.
–Ve buscando lo que necesitas para atender a mi flaco y lo que tú necesites. -Volvió a apoyarle el arma a un costado mientras caminaban. La mujer iba tomando las cosas que necesitaba para atender a Agustin en el apartamento y aprovechaba para meter cosas para ella.
–Nunca me...me habían besado así...como...usted lo ha hecho, tiene...un aliento espantoso...pero...-Comenzó a llorar.
–Estás metiendo más cosas para ti que para mi flaco.
–Perdón, perdón. -La enfermera iba a sacar algunos productos y Castro la detuvo.
–Termina de tomar lo que falta para irnos.

Llegaron a la caja, Castro guardó el arma y abrazó por la cintura a la mujer que veía al cajero intentando enviarle alguna señal. El cajero puso una cara extraña que hizo que Castro actuara.
–Amor no te angusties, el cuñado va a estar bien. -Volvió a besarla. La enfermera comenzó a orinarse. Muy cerca de la boca le susurró. –Te dije que nada va a pasar, quédate tranquila, deja de orinar. -Dio la tarjeta de crédito y besó en los labios a la mujer.

Llegaron al apartamento, Castro cargaba a Agustín como a un saco de harina, lo llevó a la habitación y lo dejó con la enfermera.
–Revísalo, acomódalo, voy a ver a mi hija y a preparar desayuno.

–¿Cómo está mi niña?
–Duerme como un angelito.
–Quédese con ella, no salga del cuarto ¿Ok? Estoy con Agustin y una enfermera.
–¿Le dieron de alta, como está?
–Me lo traje sin permiso. No salga del cuarto.
Castro preparó el desayuno y lo llevó a la habitación.
–Toma, come algo, ¿Cómo está el flaco?
–Bien, está despertando...¿Tiene ropa para ponerle, me da pena estar viéndolo desnudo. -Castro, le pasó un bóxer y una franela. Él comenzó a denudarse. Al quitarse el interior la enfermera se volteó. –¡Ay por Dios! 
–Ya me vestí. -Tomó a la enfermera del brazo y la levantó de la cama.
–No me haga daño por favor. -Castro buscó el arma.
–No por favor, por favor. La enfermera lloraba. –Yo he hecho todo lo que me ha pedido, no voy a decir nada, yo me echo la culpa pero no me haga daño. Castro abrió el arma por la mitad.
–Es de mentira mujer, no soy un asesino. ¿Cómo te llamas?
La enfermera le dio una cachetada a Castro y luego lo besó. Castro extendió los brazos sin tocarla, ella se separó. –Francia. Necesito irme.
–Todavía no, yo te pago el día. Hasta que mi flaco despierte.

–¿Qué pasó, dónde estoy?.



No hay comentarios:

Publicar un comentario