sábado, 3 de julio de 2021

Huevos revueltos. Capítulo 169

 


Diego llegaba a su antiguo apartamento donde vivía con Claudia su exesposa.

–Tú de verdad...te divorciaste y te volviste loco. ¿Tú sabes ahora el dineral que tienes que pagar para recuperar ese apartamento?
–Claudia lo que menos necesito es un regaño, aún tengo lagunas y mareos. En un rato me voy al apartamento a buscar mis cosas, ya los bomberos dieron autorización para entrar. Voy con Agustín. No voy a estar mucho tiempo aquí, por lo menos 15 días.
–Tranquilo, puedes vivir aqui, te cobro un alquiler bajo y te encargas de los sevicios y el condominio.
–¿Y volver a vivir juntos?
–No, me voy a mudar con una persona con la que estoy saliendo.
–¿Antonio?
–No chico, otro hombre, no lo conoces.
–Gracias por dejarme vivir aquí.
–No chico, nada que agradecer, estuvimos casados, te quiero y te aprecio, y si puedo ayudarte, lo haré.
–¿Tienes el número de este hombre...¿cómo se llama? coño...el tipo con quien estuvimos?
–Antonio. Mijo estás saliendo de un problemón justamente por el sexo ¿y estás pensando en tirar? Hasta perdiste la memoria.

Castro entró a la habitación donde duerme Ignacio. Lo agarró por la franela y lo estrelló contra la pared levantandolo  a centímetros del piso.
–No me interesa que carajo te dijo Agustín del tiempo que vas a estar aquí, pero te vas de mi casa hoy mismo.
–Me estás haciendo daño.
–Más daño le hiciste a mi flaco por tu irresponsabilidad.
–Yo no metí a un extraño en el apartamento. -Un golpe en la cara tumbó al suelo a Ignacio. Agustín corrió a ver que pasaba.
–¡Castro!
–No quiero a este tipo en mi casa, que se vaya de una vez de aquí.
–Amor, son solo unos cuantos días, no tiene donde ir.
–ME SABE A MIERDA, QUE SE BUSQUE LA VIDA. ¿O TIENES INTENCIONES DE TIRARTELO EN MI CASA?
–Tú casa, ahora si es tú casa. -Agustín agachó la cabeza poniendo sus dedos índice y pulgar en sus ojos. Castro salió de la habitación.
–Te tardas un poco y el animal de tu novio me mata.
–Tiene razones para hacerlo, Nacho. Vamos a ir al apartamento con Diego para que recojan lo que puedan.

Castro estaba a punto de irse cuando sonó el timbre.
–Buenos días señor Castro. -Su mirada se posó en el escote de la mujer, su pecho grande y firme sobresalía.
–Buenos días Mireya, pasa, ya la niña esta lista para ir al cole.
–Ok, ¿Y el señor Agustín?
–Bien, con su amigo, ambos van a salir también así que te quedas a cargo.
–No se preocupe, me cambio y salgo a acomodar todo.
Castro se acercó a la habitación y con cuidado abrió la puerta. Mireya estaba con el torso desnudo, le vio el pecho. Ella se dio cuenta que la miraba pero no dijo nada, volvió a voltear.
–Ay señor Castro que pena.
–Tranquila, discúlpame tú, es que vine a decirte que viene el del gas.
–Ok, ¿me ayuda con el sostén? -Mireya saca sus brazos que tapaban su pecho, toma el sostén y se lo coloca, Castro se lo abrocha.
–¿Qué haces Castro? ¿Qué haces?
–¿Eh? Estaba ayudando a Mireya...a ponerse...
–Ya nos vamos, ¿Me vas a llevar o me llevo el carro?
–Si quieres vamos en mi carro y te traigo.
–NO, NO, yo te llevo, tú te vas solo. Vámonos, Mireya recuerda lo del gas.

Castro manejaba concentrado en la via pero en su mente estaba Ignacio. –¿Le dijiste al guevón ese que se fuera de la casa? -Hubo un silencio. –Flaco te pregunté algo.
–¿Te quieres tirar a Mireya o ya te la tiraste?
-Castro apretó el volante y cerró los ojos abriéndolos de nuevo. –Si, me la quisiera tirar flaco, está buenísima, pero no lo haré, te lo diría antes, pero no está en mis planes.
–Se despertó tu lado hetero.
–¿Le dijiste que se fuera de la casa?
–De nuevo es la casa, ya no es tu casa sino nuestra casa. Si Castro, le dije que se fuera hoy mismo del apartamento, tranquilo.

Llegaron al edificio y Castro estacionó. –Quiero pedirte disculpas por el comentario que hice con el pendejo este, estuvo mal, pero es que le tengo una arrechera.
–Tranquilo. -Le pasó la mano por la mejilla.
–No voy a tirar con Mireya, pero si, le vi las tetas cuando llegó y me entró un corrientazo por el guevo. -Agustín cerró los ojos. 
–Ahora entiendo a Oto teniendo que lidiar con su novio bisexual.
–No volvamos a discutir mi flaco, yo te amo. Avísame cuando estés listo. No quiero que te montes en el carro de ese idiota.
–Yo te llamo.

Subieron los tres al apartamento. Al entrar a Agustin le dio una sensación extraña. Se impresionó y las lágrimas le salían solas.
–Mil perdones por esto Agustín. -Diego le puso la mano en el hombro y Agustin lo movió sacudiéndose la mano. Ignacio le hizo un gesto para que se fuera a su habitación.
–Vamos a ir revisando que hay.
–Esto también es culpa tuya Nacho. -Ignacio agachó la cabeza.
–No sé como voy a hacerlo, pero entre Diego y yo vamos a acomodarte el apartamento, te lo juro.
–Ya no será el mismo Nacho...aquí nací y crecí y todo se fue.

Diego abrió la ennegrecida puerta de su habitación y al entrar se estremeció. Un escalofrió le recorrió el cuerpo. La habitación estaba intacta, nada fuera de su sitio.
–A...Agustin, Agustín, ven, vengan. -Ambos se acercaron y quedaron impresionados con la habitación
–Aquí ocurrió un milagro marico, no te tocaba morir.
–Falta algo...en este cuarto falta algo, en esa pared. -Se acercó a la cama y la movió por la cabecera. Sacó un crucifijo.
–Era el único que había en el apartamento y estaba en este cuarto. -Diego se sentó en la cama y comenzó a llorar sin poder detenerse.
–Ese maldito albino hay que encontrarlo. Va a pagar por esta vaina.
–Va a pagar Nacho, tanto economicamente como criminalmente. Va a ir preso.

Diego recogió todas sus cosas pues no había perdido gran cosa, Ignacio si, la mayor parte de su ropa y algunos muebles y adornos los perdió en el incendio. Ignacio rescató algunas tonterias que encontró.
–¿Dónde te vas a quedar?
–Diego me había dicho para quedarme con el unos días en el apartamento que tenía con su exesposa, no sé si pueda aún, aunque sea hoy. Si no me toca quedarme en el local o en un hotel.
–Avisame y cuadramos.
–¿Cuadramos? ¿Un tire?
–Deja la pendejada Nacho.
–Si es contigo, repito.
–No te bastó el coñazo que te dio Castro, mira como tienes el cachete. Y encima dentro de este hueco quemado me propones eso.
–Es jodiendo...en realidad no.
Si a Castro se le ocurre tirarse a la perra esa, tiro con este.
Diego salía de la habitación arrastrando la maleta y su rostro estaba serio.
–¿Estás bien Diego? -Le dijo Ignacio.
–Quiero ser cura, quiero ayudar a la gente.

–Ay no puede ser. -Igancio se llevó la mano a la frente. –Otro pendejo.
Agustín miró a Ignacio. –Ese crucifijo me lo regaló Renato.

–¡NO ME JODAS!
 






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